“Mirad,
mirad bien el camino de la droga antes de viajar
por él y
liaros con las Malas Compañías.
Palabras
para el que sabe”.
William
Burroughs
De
plano y para que no quede duda, habrá que decir que la droga es mala, que ser
adicto es lo peor que le puede pasar a una persona. Habrá que decir que la adicción
degrada, baja la autoestima, reduce la condición humana y termina matando. Sé
de lo que hablo.
Pero
también habrá que decir que la droga es una enorme realidad que está en la
esquina de tu casa y aún más, puede tocarte la puerta por delivery si así lo
quieres.
Y habrá
que decir además que la drogadicción es una enfermedad que tiene raíces en los
afectos; por lo menos eso es lo que creo. En ese sentido, el más inteligente
aporte lo brinda el psicoanalista austriaco Bruno Bettelheim, quien definió
brillantemente a la droga como “la madre instantánea”. Genio. O sea, que finalmente
quien se mete un troncho, PPK dixit, o un bate como dirían otros, busca afecto.
Creo que todo se reduce a eso. Simple pero complicado al mismo tiempo.
Quien
sabía, y mucho, de drogas era Williams Burroughs. El escritor emblema de la generación
beat, base de la movida hippie, ha dejado testimonio de sus excesos en Almuerzo desnudo. Por supuesto que esta
obra estuvo prohibida, censurada, proscrita; pero finalmente incluida entre las
mejores de la historia de la literatura. Almuerzo…
es una advertencia sobre el camino a
donde nos pueden llevar los excesos.
Me
gusta lo que Burroughs dice en la introducción pues sitúa a la adicción como
una enfermedad que puede curarse pero no se hace por el negocio que representa.
Aquí
está. Almas sensibles, bebitas y damas con atuendos abundantes en bobos y
blondas, abstenerse de leerla.
Ahí
va.
“La Enfermedad es la adicción a
la droga y yo fui adicto durante quince años. Cuando digo adicto quiero decir
adicto a la droga (término genérico para el opio y/o sus derivados, incluyendo
todos los sintéticos, del demerol al palfium). He consumido la droga bajo
muchas formas: morfina, heroína, dilaudid, eucodal, pantopón, diccodid,
diosane, opio, demerol, dolofina, palfium. La he fumado, comido, aspirado,
inyectado en vena-piel-músculo, introducido en supositorios rectales. La aguja
no es importante. Tanto da que la aspires, la fumes, la comas o te la metas por
el culo, el resultado es el mismo: adicción. Cuando hablo de adicción a la
droga no me refiero al kif, la marihuana o cualquier preparado de hachís,
mescalina, Bannisteria caapi, LSD6, hongos sagrados, ni a ninguna droga del
grupo de los alucinógenos... No hay pruebas de que el uso de algún alucinógeno
produzca dependencia física. La acción de esas sustancias es fisiológicamente
la opuesta a la acción de la droga. El celo de los departamentos de narcóticos
de Estados Unidos y otros países ha dado lugar a una lamentable confusión entre
las dos clases de drogas.”…
Sobre
su cura con apomorfina.
“La
cura de apomorfina es cualitativamente distinta de otros métodos de cura. Los
he probado todos. Reducción rápida, reducción lenta, cortisona,
antihistamínicos, tranquilizantes, curas de sueño, tolserol, reserpina. Ninguna
de esas curas superó la primera oportunidad de reincidir. Puedo asegurar que
nunca me curé metabólicamente hasta haber realizado la cura de apomorfina”.
Me encanta su definición de droga de donde excluye a la
marihuana. Como es obvio estoy de acuerdo con su legalización aunque me quedan
dudas si en nuestro precario país se pueda llevar a cabo una idea así. Con
famélicas instituciones y jueces y políticos impresentables, tal vez el remedio
sea mucho peor que la enfermedad.
Almuerzo
desnudo es
exultante, exagerado, una apología a las drogas que debe entenderse más como
una advertencia para aquellos que creen encontrar en ellas la solución a algo.
Así lo dice la cita que abre esta nota y también las últimas palabras de Burroughs,
una especie de pope de la cultura del exceso:
“No hay nada. No hay
sabiduría final ni experiencia reveladora; ninguna jodida cosa. No hay Santo
Grial. No hay Satori definitivo ni solución final. Solo conflicto. La única
cosa que puede resolver este conflicto es el amor. Amor puro. Lo que yo siento
ahora y sentí siempre por mis gatos. ¿Amor? ¿Qué es eso? El calmante más
natural para el dolor que existe. Amor”.
Ni la heroína ni ninguna droga te brinda lo
que te ofrece el amor. Lo dice Burroughs que probó de todo. Y le creo.
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