No
tengo dudas: Víctor Hugo se inspiró en Mascherano para crear a su personaje del
padre Myriel.
Leo Los
Miserables por primera vez, ¿cuántas veces lo haré, tantas como Madame Bovary?,
y de arranque me sorprendo con el padre Myriel. De inmediato me viene a la
cabeza la imagen del jefecito Mascherano y “Chiquito” Romero.
La historia es conocida y por lo menos a mí me conmovió. Argentina
jugaba ante Holanda su pase a la final del mundial Brasil 2014. Empatan,
definirán por penales. Nervios lógicos, rezos y en ese momento más que nunca,
una fe ciega en las cábalas. La ruleta de los penales, instancia sometida al
estado emocional de los protagonistas, decidirá al rival de Alemania. Argentina
puede llegar a una final después de 24 años y su contrincante puede ser, ironía
de la vida, el mismo. El fútbol y su muchas veces inexplicable, pero repetido
simbolismo.
De pronto la señal internacional se enfoca en Mascherano y Romero.
El Jefecito habla y el arquero cabeza gacha, escucha como un niño lo haría ante
su padre:
“Hoy te
convertís en héroe”.
La palabra
del Jefecito no se oye solo se presiente, pero igual retumba en todo el planeta.
Todo
esto me vino a la cabeza leyendo Los Miserables.
Me
explico.
Pienso
en la contundente frase de Mascherano y lo importante que alguien crea en uno. No
es común que en un momento difícil, así se encontraba Romero, alguien se
acerque y te apoye. Cada uno está en lo suyo y piensa poco en el otro. Y como
es lógico Romero está muerto de miedo. En el mejor de los casos alguien se acerca
y le dirá la recurrente como inservible frase hecha. De pronto viene Mascherano
y con autoridad, casi como una orden, lo mira a los ojos y le lanza la
sentencia.
“Hoy te
convertís en héroe”.
Igual
de desamparado se encontraba Jean Valjean. Claro que hay diferencias. Para
empezar no era arquero. Aunque el título lo sugiera, Los Miserables no es una
historia de fútbol. Valjean era un delincuente que había estado en la cárcel
casi dos décadas y literalmente era un apestado. Salió libre y nadie lo quería
recibir debido a su pasado.
Con
ustedes Jean Valjean:
“Me
llamo Jean Valjean: soy presidiario. He pasado en la cárcel diecinueve años.
Estoy libre desde hace cuatro días…hoy anduve doce leguas a pie. Al llegar a
esta ciudad entré en una posada, de la cual me despidieron a causa de mi
pasaporte amarillo, que había presentado en la alcaldía, como es preciso
hacerlo. Fui a otra posada, y me echaron fuera lo mismo que en la primera.
Nadie quiere recibirme. He ido a la cárcel y el carcelero no me abrió. Me metí
en una perrera, y el perro me mordió. Parece que sabía quién era yo. Me fui al
campo para dormir al cielo raso; pero ni aun eso me fue posible, porque creí
que iba a llover y que no habría un buen Dios que impidiera la lluvia; y volví
a entrar en la ciudad para buscar en ella el quicio de una puerta. Iba a
echarme ahí en la plaza sobre una piedra, cuando una buena mujer me ha señalado
vuestra casa, y me ha dicho: llamad ahí. He llamado: ¿Qué casa es ésta? ...
“todo el mundo me tiene miedo. ¿Queréis vos recibirme? ¿Es esta una posada?”
Nadie lo quería. Hasta los perros lo
rechazaban. Pero decir nadie es muy contundente cuando hay personas como el
cura Bienvenido Myriel. Sin saber nada de él, y a pesar de esta presentación,
lo recibe, confía. Esa confianza ciega y absurda me hizo recordar la escena de
Mascherano y Romero. Cuando Myriel le da casa y comida, Valjean lógicamente se
sorprende.
“¿Me recibís? ¿No me echáis? ¿A mí? ¿A un
presidiario? ¿Y me llamáis caballero? ¿Y no me tuteáis? ¿Y no me decís:
"¡sal de aquí, perro!" como acostumbran decirme?. Yo creía que
tampoco aquí me recibirían; por eso os dije en seguida lo que soy. ¡Oh, gracias
a la buena mujer que me envió a esta casa voy a cenar y a dormir en una cama
con colchones y sábanas como todo el mundo! ¡Una cama! Hace diecinueve años que
no me acuesto en una cama.
Hacía
19 años que no dormía en una cama. Nadie lo quería hasta que un buen cura le
abrió su casa. Claro que hay curas buenos.
Mascherano
y Romero, el cura Myriel y Jean Valjean. Sería bueno creer más en la gente así
no existan motivos. Creer, simplemente por creer. Creer en alguien, que crean
en ti, en el fútbol y en la vida, qué difícil y qué hermoso.