El epitafio ha perdido el protagonismo que tuvo. La cultura moderna, práctica, y apresurada, lo ha reducido a un simple trámite, tal vez el menos importante del rito funeral. Pero no siempre fue así. Reflexivo, sarcástico, lírico o simplón, el epitafio solía tener la personalidad del inquilino que habitaba tras el mármol:
"Aquí descansa entregado a los gusanos el cuerpo de Benjamín Franklin impresor. Como la cubierta de un viejo libro al que le han arrancado las hojas cuyos dorado y título se han borrado pero no por esto la obra se habrá perdido, pues reaparecerá cual lo creía en una nueva edición revisada y corregida por el autor".