Fue la alegría más grande. Pero viendo la cosa desde el otro lado, también fue la pena más enorme. Pero principalmente fue la prueba irrefutable de que en el fútbol no existen imposibles. Si los chicos, desheredados, pobres, miserables y desposeídos del mundo, en cualquier actividad podemos pensar en imposibles, fue gracias a esa selección celeste que se llevó el título de 1950. Ese triunfo en Brasil borró la palabra imposible del diccionario futbolero.
Ideas, sueños, fantasías, rabias, conspiraciones, ternuras, fanatismos y preocupaciones de un peruano formado al ritmo de las canciones de Hola Yola, el Vaso de Leche del Tío Johnny y la Reforma Educativa del General Velasco. Que se iba a la camita con el Topo Gigio y juntaba sus álbumes de Editorial Navarrete. Algo más.... Twist y nada más
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EL PERDEDOR
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