Ideas, sueños, fantasías, rabias, conspiraciones, ternuras, fanatismos y preocupaciones de un peruano formado al ritmo de las canciones de Hola Yola, el Vaso de Leche del Tío Johnny y la Reforma Educativa del General Velasco. Que se iba a la camita con el Topo Gigio y juntaba sus álbumes de Editorial Navarrete. Algo más.... Twist y nada más
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SILVIO VALENCIA Y EL PERIODISMO DE PERIODISTAS
Gonzalo Núñez, Beto Ortiz, Roberto Challe (el de El Bocón), Milagros Leiva, Depor, entre otros, son “caseritos” en mis clases de periodismo. De cómo no hacer periodismo, quiero decir. Más de una vez mis sorprendidos alumnos me han preguntado si está bien criticar así a los “coleguitas”. ¿Se puede hacer periodismo de periodistas? Y por supuesto que les respondo con la fundamentación debida.
Que yo sepa, la primera persona que empleó el concepto “No hay que hacer periodismo de periodistas” fue El Veco. Y había que escucharlo pues no era cualquiera, lo decía nada menos que un portento del periodismo deportivo en nuestro país y en el Río de la Plata. Sin embargo, El Veco se equivocó. Como se equivocó Napoleón, como en 1920 se equivocó el New York Times al decir que los viajes espaciales eran una locura, o como se equivocó Mike Smith, máximo ejecutivo de Decca Records de Londres, al escuchar por primera vez a The Beatles y decir que no servían “pues la guitarra estaba en vías de extinción”.
Todos eran expertos y se equivocaron. Podría poner más ejemplos, pero no es el tema. Con todo el cariño que le tengo al Veco, a quien conocí y tuve la suerte de entrevistarlo algunas veces en su departamento de San Isidro, como tantos grandes, él también se equivocó.
Pasa que El Veco era de una época del periodismo donde no había Silvios Valencias ni Milagros Leivas. No tantos por lo menos. Hoy abundan, por eso el oficio sufre la peor crisis de su historia. Es un incendio y solo quedan dos opciones: tirar agua o quedarse a ver como se achicharra todo. Tú verás lo que haces. Yo tiro agua.
Creo que el escándalo de Silvio Valencia ha servido para entender que sí se debe hacer periodismo de periodistas.
Si tú realizas una actividad y alguien la ensucia, es tu obligación denunciar al que malogra la plaza. Por ejemplo, si eres un buen electricista y un colega realiza un servicio, pero roba algo de la casa donde trabajó, lo más seguro es que con esa simpleza que tiene la gente, de inmediato se generalice la idea de que los electricistas son rateros.
Si alguien hace daño al oficio hay que denunciarlo.
Me reafirmo en esta idea, pero más importante es lo que dice el maestro de periodismo Javier Darío Restrepo.
“La solidaridad gremial se entiende como el esfuerzo conjunto para progresar personal y profesionalmente. La de los periodistas es, pues, una unión para ser mejores no una mafia que fortalece mecanismos para hacer el mal”.
Duro pero exacto.
Lo más fácil es no pronunciarse. Callarse. Pasar piola y no decir nada. No te ganas líos y “nunca quedas mal con nadie”. ¿Se acuerdan de Los Prisioneros? Es muy fácil decir: lo decía El Veco por eso lo repito. Lo difícil es disentir y pensar por uno. Lo difícil es llamar a las cosas por su nombre. Ya está dicho, los expertos se equivocan.
Uno de los graves problemas que tenemos los peruanos es la falta de autocrítica. Chile, Alan, Fujimori, la izquierda, Sendero Luminoso, Toledo, Humala, Velasco, el árbitro y Pizarro, son los responsables de nuestras desgracias. Y claro que tienen su responsabilidad. En algunos casos enorme. Sin embargo, muchas veces solo nos quedamos en eso. La culpa siempre la tiene el otro. Esa falta de vernos como somos y criticarnos es uno de los cánceres de país.
Y en el periodismo es galopante.
Hay una malentendida solidaridad gremial con quienes cometieron flagrantes delitos. Incluso, algunos con denuncias de violación de menores. Tampoco se trata de hacerles la cruz y proscribirlos de por vida. El problema es que no hay una real capacidad de rectificar y encima, como se trata de gente con talento, terminan siendo líderes de opinión. Y el periodismo por los suelos.
Sigo citando a Restrepo: “El tema tiene que ver, también, con la necesidad de la autocrítica como mecanismo para mejorar. Críticas y autocríticas son necesarias porque dejan ver las debilidades y los errores que estorban el progreso personal y profesional. Cuando esas debilidades se perciben, es más cierta la posibilidad de un progreso porque corregir errores y superar debilidades son pasos indispensables para progresar”.
Criticar es avanzar. Cuando entendamos que el error es parte del aprendizaje, empezaremos a crecer como periodistas, pero algo mejor aún, empezaremos a crecer como personas y como país.
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