De niño, el único libro que miraba con atención y curiosidad era una enciclopedia. No dije que leí, pues solo lo miraba. De chico no leí. La lectura fue un vicio que adquiriría de mayor. Por aquellos años, el único libro que llamó mi atención fue esa enciclopedia que un día mi madre trajo a casa. La compró como adorno. En realidad era un diccionario enciclopédico. Un libro lindo, gordo y brillante. Era azul. La vieja lo puso en un estante que a partir de ese día dejó de estar vacío.
Después de varios días, o tal vez meses, me animé a ver qué había. De qué se trataba. Miré la última parte. Letra S. Sirena: “Animal fabuloso que vive en el mar, con cabeza y torso de mujer y extremidades inferiores de pez”. Nunca olvidaré esa definición. Acompañaba al texto una foto y una leyenda: “Sirena captada por un turista en una isla del Pacífico”. Me pareció increíble y por muchos años me pregunté si esa foto era cierta. Tendría unos 10 años. El impacto fue enorme.