Ahlers, Müller, Mohr. Maier y Maack…
Cuando ya me haya olvidado hasta el último
verso de Goethe, voy a recordar siempre la
delantera del Bayern München.
Walter Jens. Filósofo alemán.
Eran diez y faltaba uno para completar el equipo.
Corrían los años treinta y un cuadro europeo visitaba Puerto Rico. Como no podían dejar de entrenar, los futbolistas pidieron a las autoridades de una universidad que armen un cuadro. A los maestros no se les ocurrió mejor idea que llamar a su alumno Luis Arocena para la formación de la escuadra. Sus casi dos metros de estatura y principalmente su condición de argentino, eran crédito suficiente para asegurar que algo sabía de ese extraño deporte que no despertaba el menor interés de los caribeños.
Pero había un problema. Eran diez y faltaba uno para completar el equipo.
A pesar de sus búsquedas, Arocena sólo pudo conseguir diez jugadores. En toda la isla no había uno más que tuviera las mínimas aptitudes para la práctica de este deporte. Cuando estaba a punto de darse por vencido, le avisaron la llegada de un alumno nuevo. Se trataba de un peruano que aunque tenía las piernas flacas se veía en buen estado. Posiblemente por la cabeza de Arocena desfilaron José María Lavalle, Adelfo Magallanes, “Lolo” Fernández y, como no, “Manguera” Villanueva, integrantes del famoso “rodillo negro”, el mejor equipo del mundo, según los comentaristas chilenos. Algo de fútbol debe saber este peruano se habrá dicho y fue en busca de su jugador número once. Luego de una larga negociación logró incluirlo en el equipo como puntero izquierdo, pero su actuación fue decepcionante. El jugador era miope y al parecer no tenía ni idea de la existencia del “rodillo negro”. Aquel peruano que integró esta especie de selección resto del mundo era el maestro Luis Alberto Sánchez.
El fútbol y los intelectuales. El casi desconocido poeta peruano Juan Parra del Riego tuvo más suerte con el deporte rey. Quienes lo conocieron aseguran que fue un excelente jugador. Una enfermedad, que finalmente le causó la muerte, fue el motivo de su alejamiento de las canchas. Parra del Riego pasaría a la historia por juntar dos actividades aparentemente antagónicas: fútbol y poesía. El delantero del Peñarol de Montevideo Isabelino Gradín, le inspiró uno de sus más bellos polirritmos:
"Gradin, róbale al relámpago de tu cuerpo incandescente
Otra azul velocidad para mi frente,
Tú, que cuando vas llevando la pelota
nadie cree que así juegas:
todos creen que patinas
y en tu baile vas haciendo líneas griegas
que te siguen dando vueltas con sus vagas serpentinas".
Parra del Riego llegó a pensar que el fútbol podía servir para algo más que divertirse. “Mi raza está perdida irremisiblemente si América no la escucha y la defiende. Quizás si mis indios jugaran al fútbol, hallarían en este maravilloso deporte su redención”. El “Loco Parra”, como lo conocían en Montevideo, no fue el único que vio en el fútbol algo más que patear una pelota.
“Quería tanto a mi equipo, no sólo por la alegría de la victoria, tan maravillosa cuando está combinada con la fatiga que sigue al esfuerzo, sino también por el estúpido deseo de llorar en las noches luego de cada derrota. Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.
Las declaraciones corresponden a Albert Camus, arquero del RUA de Argelia durante la temporada 1933-34. Para el premio Nobel de literatura, el fútbol era como la vida.
Hasta 1949 García Márquez consideraba que ir al estadio a ver un partido era insípido y tonto. Luego descubrió que los verdaderamente insípidos y tontos eran los que no habían descubierto los encantos de este deporte.
En junio de 1950 Gabo ingresa por primera vez a un estadio y descubre el poder seductor del balompié. En el diario El Heraldo de Barranquilla escribe su primera crónica de fútbol luego de ver un partido entre Junior y el Millonarios de Bogotá. Y dice así:
“Y entonces decidí ir al estadio. Confieso que nunca en mi vida he llegado tan temprano a ninguna parte, y que de ninguna tampoco he salido tan cansado…. Si los jugadores del Junior no hubieran sido ciertamente jugadores sino escritores, me parece que el maestro Heleno, habría sido un extraordinario autor de novelas policíacas. Su sentido del tacto, sus responsables movimientos de investigador y finalmente sus desenlaces rápidos y sorpresivos le otorgan suficientes méritos para ser el creador de un nuevo detective para la novelística de policía…. Y esto por no entrar con los Millonarios, cuyo gran Di Stéfano, si de algo sabe es de retórica “
Del Río de la Plata vendrían los mayores aportes intelectuales. En 1929 el escritor bonaerense José Gabriel intentó mostrar la superioridad estética de un partido de fútbol con respecto al ballet. Comparación que repetiría tiempo después el uruguayo Carlos Negri. Ese mismo año Jorge Romero Brest, crítico de arte y profesor de educación física, establece un paralelo entre el elemento rítmico del cine artístico de aquellos años y el deporte de masas. Más recientemente el sociólogo Juan José Sebreli realizaría un importante aporte desde su especialidad. “Fútbol y Masas” es un trabajo que trata de descifrar el misterio que encierra el más contundente de los fenómenos de masas.
Desde Shakespeare, que en el rey Lear hace decir al duque de Kent que el fútbol es una actividad bárbara y vil, hasta Ortega y Gasset que lo consideraba el responsable de la irrupción de las masas, causa de todos los males contemporáneos, pasando por Borges y Nietzsche; las relaciones entre el fútbol y algunos intelectuales no han sido nada buenas. Sin embargo, un grupo de trabajadores del pensamiento se dejó atrapar por esta pasión de inocente apariencia, como llamaba el escritor Osvaldo Soriano al fútbol, y han sido capaces de vibrar en un partido de fútbol como lo hacen ante la lectura de un clásico.