La pregunta es: ¿qué está pasando?, por qué ciertas personas actúan de esta manera. La respuesta es sencilla y sorprendente, los hombres, principalmente aquellos que detentan el poder, han sido atacados por el virus de la estupidez.
Las siguientes historias tendrán como protagonistas a un ejército de badulaques, peleles, monigotes y pelafustanes que a golpe de negligencias, sandeces, tonterías y torpezas, están enriqueciendo lo que el investigador Paul Tabori llama la historia de la estupidez humana. No crea que esta crónica pretende ridiculizar a la máxima estrella de la creación. En absoluto. la idea es que, además de risa o llanto, las historias sugieran una reflexión, pues el virus de la estupidez puede tocar nuestra puerta en cualquier momento.
TRUJILLO, FRANCO Y SUS AMIGOS.
El dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo tal vez sea una de las personas que más aportó a la historia universal del absurdo. No sólo nombró a su hijo Ramfis, de tres años de edad, coronel del ejército; también emitió un dispositivo que obligaba vender su imagen junto a los santos más populares. Este dictador, al que no le avergonzaba fotografiarse con la espada del Cid Campeador y el sombrero de Napoleón, ordenó a escultores y dibujantes desaparecer de sus obras la abundante papada que ostentaba y en su lugar poner un mentón en punta. Artista que ponía papada, artista que terminaba en el calabozo. Ahí no concluye el absurdo. En 1936 dictó una ley que prohibía a la gente caminar descalza. Quien carecía de zapatos terminaba caminando por el frío suelo del calabozo, y no salía hasta tener como fianza por lo menos un par de mocasines. La ley se proponía incentivar la venta de zapatos, negocio que Trujillo monopolizaba. Se puede pensar con justa razón que el background de tonterías de este personaje es insuperable, pero no es así, pocos años después en España un dictador que aseguraba gobernar por voluntad divina, dejó casi en el olvido las ridiculeces de su colega dominicano.
TRUJILLO, FRANCO Y SUS AMIGOS.
El dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo tal vez sea una de las personas que más aportó a la historia universal del absurdo. No sólo nombró a su hijo Ramfis, de tres años de edad, coronel del ejército; también emitió un dispositivo que obligaba vender su imagen junto a los santos más populares. Este dictador, al que no le avergonzaba fotografiarse con la espada del Cid Campeador y el sombrero de Napoleón, ordenó a escultores y dibujantes desaparecer de sus obras la abundante papada que ostentaba y en su lugar poner un mentón en punta. Artista que ponía papada, artista que terminaba en el calabozo. Ahí no concluye el absurdo. En 1936 dictó una ley que prohibía a la gente caminar descalza. Quien carecía de zapatos terminaba caminando por el frío suelo del calabozo, y no salía hasta tener como fianza por lo menos un par de mocasines. La ley se proponía incentivar la venta de zapatos, negocio que Trujillo monopolizaba. Se puede pensar con justa razón que el background de tonterías de este personaje es insuperable, pero no es así, pocos años después en España un dictador que aseguraba gobernar por voluntad divina, dejó casi en el olvido las ridiculeces de su colega dominicano.
Para resguardar la moral y las buenas costumbres de los españoles, el generalísimo Francisco Franco emitió una serie de dispositivos que reglamentaban el uso de ropa interior femenina en los espectáculos. Antes de cualquier estreno un "experto" se encargaba de constatar si actrices y bailarinas usaban bragas con las dimensiones aceptadas por el régimen. Ropa interior sin los centímetros sugeridos era decomisada, por supuesto, con la propietaria adentro.
Ni las caricaturas escaparon al control de Franco. Por orden del dictador en todas las redacciones había un dibujante experto en alisar bustos y derrieres. “ Ninguna mujer debe mostrar pechos ni trasero, hacerlo sería terrible para la moral del español del futuro ", afirmaban los censores al tiempo que desaparecían cuanta redondez asomara por las viñetas. Pero Franco sólo llega al Olimpo del absurdo cuando en 1940 emite un dispositivo prohibiendo la palabra supositorio. El dictador creía que este término era una invitación a prácticas sodomitas. Los más perjudicados con la norma fueron los propietarios de los laboratorios que tuvieron que vender su producto con nombres alternativos como " remedio posterior " , " cilindro antigripal " o simplemente 'supo'. A estas alturas alguien puede pensar que hay suficientes argumentos para considerar a Franco el non plus ultra de la estupidez, pero no es así. Muchos años después un grupo de entusiastas militares sudamericanos se encargó de convertir en simples anécdotas los excesos del dictador español.
Esta historia es increíble. La cuenta Eduardo Galeano. En 1976 la Junta Militar uruguaya emitió un comunicado prohibiendo las palabras soberanía, hambre, paloma, clandestino, verano, verde, contracanto y reforma agraria, por considerar que atentaban contra el orden establecido. Quien se atreviera a mencionar tan sólo uno de estos términos era acusado de terrorismo. Como si los absurdos no fueran suficientes ese mismo año se emitió un dispositivo complementario que prohibía a los presos políticos silbar, cantar, reír, caminar rápido, dibujar o recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas o pájaros. Por aquellos años se hizo conocido el caso de Milay, hija del profesor Didasko Pérez que, a pesar de sus siete años, fue detenida por sospecha de terrorismo. El delito de la menor fue llevar a su papi el dibujo de unos pajaritos.
Paul Tabori, uno de los estudiosos del tema, dice que la estupidez ha costado más vidas y bienes que todas las guerras y plagas. Por eso, más que risa, llanto, dolor o pena, estas historias deberían inducir a la reflexión.
Ni las caricaturas escaparon al control de Franco. Por orden del dictador en todas las redacciones había un dibujante experto en alisar bustos y derrieres. “ Ninguna mujer debe mostrar pechos ni trasero, hacerlo sería terrible para la moral del español del futuro ", afirmaban los censores al tiempo que desaparecían cuanta redondez asomara por las viñetas. Pero Franco sólo llega al Olimpo del absurdo cuando en 1940 emite un dispositivo prohibiendo la palabra supositorio. El dictador creía que este término era una invitación a prácticas sodomitas. Los más perjudicados con la norma fueron los propietarios de los laboratorios que tuvieron que vender su producto con nombres alternativos como " remedio posterior " , " cilindro antigripal " o simplemente 'supo'. A estas alturas alguien puede pensar que hay suficientes argumentos para considerar a Franco el non plus ultra de la estupidez, pero no es así. Muchos años después un grupo de entusiastas militares sudamericanos se encargó de convertir en simples anécdotas los excesos del dictador español.
Esta historia es increíble. La cuenta Eduardo Galeano. En 1976 la Junta Militar uruguaya emitió un comunicado prohibiendo las palabras soberanía, hambre, paloma, clandestino, verano, verde, contracanto y reforma agraria, por considerar que atentaban contra el orden establecido. Quien se atreviera a mencionar tan sólo uno de estos términos era acusado de terrorismo. Como si los absurdos no fueran suficientes ese mismo año se emitió un dispositivo complementario que prohibía a los presos políticos silbar, cantar, reír, caminar rápido, dibujar o recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas o pájaros. Por aquellos años se hizo conocido el caso de Milay, hija del profesor Didasko Pérez que, a pesar de sus siete años, fue detenida por sospecha de terrorismo. El delito de la menor fue llevar a su papi el dibujo de unos pajaritos.
Paul Tabori, uno de los estudiosos del tema, dice que la estupidez ha costado más vidas y bienes que todas las guerras y plagas. Por eso, más que risa, llanto, dolor o pena, estas historias deberían inducir a la reflexión.
3 comentarios:
Espero que Paul Tabori se anime a investigar algo de la política peruana porque aquí tendrá una fuente inagotable y re-ediciones aseguradas.
Eso. Tabori tendría harto material, por ejemplo, con Prado que llegaba en calesa a los actos públicos.
P.Tabori se llevaría el Nobel o cualquier otro premio importante si investigara la estúpida persecución del padre martín (no lo defiendo) y la penosa participación de la policía en este caso.El colmo de la estupidez e intolerancia.
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