Usaré todos los recursos que me otorga la lengua.
Los de ahora y los de antes. Palabras viejas y nuevas. Rebuscadas, doctas,
arcaísmos y antiguallas. Tecnicismos y simplismos. Toda la artillería pesada que
me permite mi léxico, con una sola intención: que quede claro lo que pienso del
Presidente de la República.
Y dice así: Señor Presidente, usted es un alcaraván, un beduño, un tolai, un cafre y un cárabo. Pienso que en su devenir político se ha
caracterizado por ser un ahilao, un bollao, un mastuerzo, un changao y un mangurrián. Además de espasmao, pajiluso, repiao y un tirulato.
No se
vaya a pensar que no quiero ser claro, por eso se lo digo con todas sus letras:
usted es un figa-molla,
un manos gachas, un pescallunes y un membrillo. Un pachón, abrazafarolas,
adufe y besugo.
Soy un
tipo que llama a las cosas por su nombre, por eso no dudo en llamarlo cartuli, pataliebre Babau, Agalbao, chalao, bocachancla, bodoque, chirichi,
perroflauta, percebe y pintamonas. Y no dubito en llamarlo además caracartón,
pocasluces, ceporro, abanto, cazurro, cebollino, carapapa y chiquilicuatre.
No quiero
abusar con los términos y tampoco pasar la siempre delgada línea de la
tolerancia, pero no puedo callarme que usted es un tocho, estulto, fanfosquero, tiravelitas, panarra, ganapio, taragote y un
habahelá.
Eso es lo
que pienso de usted Señor presidente, pero a decir verdad, eso también pienso
de gran parte de nuestra clase política que salvo excepciones, está plagada de
chirimbainas, echacantos, magantos, zamacucos y zamugos.
He dicho.
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