“Hay
dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy
seguro”. Albert Einstein
La estupidez
humana es endémica, su poder inmunológico enorme y por lo tanto su posibilidad
de curación nula. Sin embargo, este desalentador cuadro - una tragedia para la
especie humana pues ni la guerra ni las pestes han matado tanto como la
estupidez – representa al mismo tiempo, una inagotable fuente de reflexión.
Los hombres
hemos metido la pata tantas veces que tratar de hacer un ranking con los
gazapos más monumentales, es una estupidez tal vez mayor. A pesar de eso, y a
riesgo de merecer tal calificativo, pasó a detallar lo que pomposamente he
denominado vademécum de estupideces.
La Academia
Francesa de Ciencias ocupa un lugar de privilegio en este compendio. Su fecha
de ingreso: el 11 de marzo de 1878. Ese día, sus connotados miembros se reunieron para ver un
invento que, según su creador, revolucionaría las comunicaciones humanas.
El físico Du
Moncel fue el encargado de realizar la presentación. Luego, como si se tratara
de un acto de prestidigitación, el inventor apareció con un aparato, apretó un
botón y reprodujo la voz del presentador.
La selecta
audiencia quedó tan impactada que su única respuesta fue el silencio. Luego de
una digestión intelectual que duró algunos segundos, el científico Jean
Boullaud agarró por el cuello a Du Moncel y mirando al inventor dijo:
¡ Sinvergüenza, cómo se atreve a intentar
engañarnos con esos ridículos trucos de ventrílocuo. Es absolutamente imposible que el noble
órgano de la palabra humana pueda ser reemplazado por el innoble e inconsciente
metal!
Sí, quien lo dijo era un científico
Aquel 11 de
marzo de 1878 la estupidez humana humilló a Thomás Alva Edison y tiró a la
basura al fonógrafo.(1)
El incrédulo
ocupa un lugar de privilegio en la historia de la estupidez humana pero su
colega el crédulo también tiene un espacio de honor.
El 18 de
diciembre de 1912, la Sociedad de Geología de Inglaterra realizó un anuncio sin
precedentes. Presentó al mundo los restos del eslabón perdido. El destacado
arqueólogo y abogado Charles Dawson había encontrado en la región de Piltdown
al enlace entre los simios y el hombre primitivo.
Durante 40 años, Dawson realizó conferencias, cursos, charlas y seminarios y la comunidad
científica internacional le rindió todos los honores. En gran Bretaña se
convirtió en un héroe pues por fin tenían restos más importantes que
Neanderthal y Heidelberg, encontrados en Alemania. Pero
todo era un fiasco
En 1953
expertos del Museo Británico descubrieron que el “fantástico hallazgo” había
sido fabricado con un cráneo humano moderno y la mandíbula inferior de un
orangután, la adulteración fue tan buena que engañó a los expertos durante 4
décadas. Hoy el cráneo bamba se muestra, pero como símbolo del error humano.
The Experts
Speak, es uno de los libros más útiles para los hombres del futuro. Este
estudio es un compendio de los más grandes errores cometidos por los expertos.
Aquí algunas perlas.
- Wellington
es un mal general, los ingleses son malos soldados; esto lo tenemos arreglado
para la hora del almuerzo.
Lo dijo Napoleón a sus generales el 18 de junio
de 1815, horas antes de la batalla de Waterloo.
- Mi invento podrá ser explotado como una curiosidad científica, pero aparte de ello no posee ningún valor comercial.
Palabras de Auguste Lumiere sobre su invento, el
cine.
- Las composiciones de Bach carecen de belleza,
de armonía, de claridad en su melodía.
Esto fue
manifestado por Johann Adolph Scheibe, uno de los mejores críticos de Alemania.
En un especial
de fin de milenio New York Times ubicó a Cristóbal Colón y a Dom Perignon como
los grandes perdedores de la historia a pesar de que sus metidas de pata los
llevaron a la fama. Sobre Colón sabemos que llegó a América de casualidad y no
tenía ni idea de lo que eso significaría en adelante. Sobre el monje que
inventó el champagne, se sabe que lo hizo de casualidad, dándole una segunda
fermentación. La primera vez que probó esta innovación le dijo a sus asistentes:
venid, estoy tomando estrellas.
Esta selección de estupideces ha sido arbitraria y sin orden,
producto de la estupidez de quien escribe, sabrán comprender.
Aquí la
última.
El Servicio
Postal Ingles tiene dos perlas que lo hacen merecedor de figurar en esta lista.
Cuando en 1870 su jefe Sir William Preece, se enteró del reciente invento de Thomas
Alva Edison, la luz eléctrica, declaró que se trataba de algo completamente
absurdo. Este mismo personaje rechazó en 1876 otro invento: el teléfono. El motivo: “que aunque los
norteamericanos pudieran necesitar tal aparato, los ingleses disponían de
infinidad de muchachos para llevar los mensajes”. Plop.
- Historia
de la estupidez humana, Paul Tabori.
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