Fue en la calle Cajamarca en
Barranco, a la salida de la escuela fiscal Federico Villarreal (6004 antes 442. ♫♫♫…Con disciplina y orden perfecto, los milicianos deben
marchar...♫♫♫) cuando nuestro compañero Zárate, que tenía el
macondiano apodo de Juan Aves, nos paró en la esquina que daba a la iglesia San
Francisco y nos resolvió la duda más grande que teníamos por aquellos años:
¿cómo se hacían los niños? Ahí, a pocos metros de la iglesia San Francisco, el
menor de los Zárate resolvió nuestra duda.
"Los hijos se hacen con
besos. Más besamos a alguien, más le crece la barriga". Y listo. Así era. Y yo le creí. Y creo
que el resto de mis compañeros también. Así fue mi primer encuentro con la
sexualidad. Simple, sin dramas, sin nada que atente contra mi endeble psicología. Eso
pasaría más adelante.
En el Pez en el agua,
Mario Vargas Llosa narra el momento en que el pequeño Mario hace este
descubrimiento. El texto es una maravilla. Y al parecer a él esa información sí
lo marcaría de por vida.
“A poco de entrar al colegio, los
hermanos Artadi y Jorge Salmón, una tarde que nos bañábamos en las aguas ya en
retirada del Piura, me revelaron el verdadero origen de los bebés y lo que
significaba la palabrota impronunciable: cachar. La revelación fue traumática,
aunque estoy seguro, esta vez, de haber rumiado en silencio, sin ir a
contárselo al tío Lucho, la repugnancia que sentía al imaginar a esos hombres
animalizados, con los falos tiesos, montados sobre esas pobres mujeres que
debían sufrir sus embestidas. Que mi madre hubiera podido pasar por trance
semejante para que yo viniera al mundo me llenaba de asco, y me hacía sentir
que, saberlo, me había ensuciado y ensuciado mi relación con mi madre y
ensuciado de algún modo la vida. El mundo se me había vuelto sucio. Las
explicaciones del sacerdote que me confesaba, el único ser al que me atreví a
consultar sobre este angustioso asunto, no debieron tranquilizarme pues el tema
me atormentó días y noches y pasó mucho tiempo antes de que me resignara a
aceptar que la vida era así, que hombres y mujeres hacían esas porquerías
resumidas en el verbo cachar.
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