Quería escribir algo sobre el
fujimorismo, pero no salía nada. Hasta que habló la Chacón.
Me alegra que “esa que es como
tú”, haya dicho que espera que el dictador Alberto Fujimori salga de la cárcel
por la puerta grande porque me permite explicar claramente lo que entiendo por
fujimorismo.
Decir que Fujimori saldrá por la
puerta grande es desconocer que el dictador cometió delito alguno. Y no solo eso. Es decir
que lo que hizo estuvo bien. O sea, que las esterilizaciones forzadas, la
matanza de inocentes llevada a cabo por el grupo Colina, no respetar los
Derechos Humanos, entre otras tropelías, fueron buenas.
Y es aquí cuando recuerdo a aquel
conductor de TV, ¿cómo se llamaba?, cuando dijo: “La Cantuta, Barrios Altos y
el control del Poder Judicial a muchos de nosotros, desgraciadamente, nos
parecía tolerable. Que me perdonen las víctimas, pero desde el punto de vista
macropolítico nos parecía que era un precio a pagar”. (Caretas, Febrero 2001)
Fujimorismo puro.
Y pienso en Martha Chávez: “si
pongo la guerra contra el terrorismo y la subversión en un platillo y en el
otro el asunto de derechos humanos, me quedo con la guerra antisubversiva”.
(canal 5, julio de 1993)
Clarísimo pues justifica la
nefasta política de tierra arrasada importada por militares peruanos desde
argentina, que decía, que si hay un grupo de 100 personas y entre ellas dos son
terroristas, está justificado matar a
todos.
Ahora se entiende perfecto la
honestidad del ex ministro de educación fujimorista Jorge Trelles cuando dijo
“nosotros matamos, pero matamos menos que otros gobiernos” (Peru21, mayo 1991)
Sí, fue ministro de educación.
El fujimorismo es el pensamiento
pragmático por excelencia. Es la madre no reconocida “del roba pero hace obra”.
Si es para nuestra mejora, o sea acabar con el terrorismo, no importan los
excesos, no importa matar inocentes. Por eso siempre desconocieron el Informe
Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. “Fujimori acabó con el
terrorismo, matando inocentes, es cierto, pero terminó con ellos. Y si hizo eso
con el terrorismo lo hará con la delincuencia, y que importa si en el camino
también se lleva algunos inocentes,¿total? son indios”. Piensan sin decirlo quienes profesan esta
ideología. Justifican los excesos.
Entre mucha gente existe la
convicción de que con las esterilizaciones forzadas en realidad se les hacía un
favor a esos indios “que tienen hijos como cuyes”. Y es aquí donde el
fujimorismo toma mucho aire de una vieja teoría política nacional, nuestro
cáncer ancestral: el racismo.
“En el Perú nadie se considera
racista”, decía Alberto Flores Galindo y es cierto. Muchos no reivindican la
ideología fujimorista a viva voz porque es muy complicado verse en esa
condición infrahumana de desprecio por la vida, pero en realidad no son sino
seguidores del enraizado pensamiento racista que considera al indio un estorbo
para el desarrollo nacional. Riva Agüero, Víctor Andrés Belaunde, Alejandro
Deustua, Francisco García Calderón y Honorio Delgado, son un ejemplo de ese
pensamiento. De todos ellos, la claridad y honestidad de Deustua, rector de la
Universidad Mayor de San Marcos, es hasta conmovedora: “El indio vive sin interés alguno, bajo el
imperio exclusivo de las necesidades materiales que satisface como las bestias,
que son sus únicos modelos, y peor que las bestias cuando las excitaciones del
alcohol avivan la brutalidad de sus instintos sin disciplina. El Perú debe su
desgracia a la raza indígena, el indio no es ni puede ser sino una
máquina"
El fujimorismo pues, tiene raíces
en profundas creencias ancestrales.
Lo bueno que hizo Fujimori, digamos, fue a
costa de muchos excesos. Algo que, por supuesto, a mucha gente no interesa. En un país donde
7 de cada 10 familias sufre de algún tipo de violencia*, que la letra entre con
sangre lejos de espantar se aplaude. Pegar a los niños para educarlos es parte
de nuestra identidad. La violencia está internalizada.
Claro que la Chacón es como tú,
porque son millones los peruanos que creen que las cosas se deben arreglar
aunque en el camino caigan algunos inocentes. Millones los que creen que no se
deben respetar los derechos humanos. Millones a los que no les interesa el cómo,
sino el qué.
La Chacón es como millones, aunque
muchos no lo quieran ver, aunque muchos ni se den cuenta.
* Instituto “Honorio
Delgado-Hideyo Noguchi”.
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