"Como todo el mundo, sólo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana : el estudio de mí mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los errores particulares de perspectiva que nacen entre sus líneas....la palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco como las grandes actitudes inmóviles de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos. En cambio, y posteriormente, la vida me aclaró los libros"Marguerite Yourcemar.
Memorias de Adriano
Carlos nació cuando yo estaba en el colegio. Mientras mi vieja se iba con Carmen al Hospital del Empleado, yo me iba a clases en la GUE José María Eguren. Recuerdo que me tocaba religión y, mientras el cura hablaba de la carta a los "telonisences" o algo así, yo me concentraba para que Dios me conceda dos milagros: que mi hijo no fuera enano y que no fuera mujer.
33 años después hice el mismo pedido, por lo menos en el tema del sexo.
Siempre quise que mi segundo hijo fuera hombre. No es por machismo, nadie que me conozca podrá decir eso. Simplemente es porque considero que este mundo es injusto con las mujeres. Ser mujer es más complicado que ser hombre. Eso lo tengo claro. Si mi hijo hubiera sido mujer tampoco sería problema. Incluso cuando pensábamos en nombres, dejábamos abierta la posibilidad de que fuera mujer.
Pero quería que fuera hombre.
Yo digo que fue tanto el deseo, que en la primera ecografía, a las 14 semanas, el doctor nos confirmó que sería varón. Qué bueno.
Si era mujer sería Micaela o Cayetana. Al final decidimos por Micaela. Después descubrí que Micaela era la versión francesa de Miguelina, el nombre de mi vieja. Hoy pienso que de alguna manera mi cerebro me hizo una jugada. Nunca me habría animado a ponerle Miguelina, así que Micaela estaba mejor. Finalmente terminaba siendo un homenaje a mi vieja.
Mi hijo me dice que él sí le pondrá Miguelina a su hija.
Si era hombre sería Alonso Gabriel. El nombre estaba casi decidido. En realidad nunca me cerró pero por lo menos 3 meses no hubo dudas, sería Alonso Gabriel.
De pronto volvió a mi cabeza una idea planteada muchos años atrás. En los 90 leí Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar. La historia del emperador romano me impactó tanto, que por aquellos años no tuve dudas: mi próximo hijo se llamaría Adriano.
"Sólo en un punto me siento superior a los hombres: soy a la vez más libre y más sumiso de lo que ellos se atreven a ser. Casi todos desconocen por igual su justa libertad y su verdadera servidumbre. Maldicen sus grillos". Tremenda la Yourcenar.
Se lo propuse a Carmen y, como suele ser, aceptó. Ella nunca se hace problemas y en esta ocasión fue igual. Sería Adriano. El otro nombre, Mateo. No es una referencia católica aunque Mateo 25 es una de las partes de la Biblia que más me ha impactado. En realidad quería que sea Teo. Simplemente Teo. Aquí sí había un claro homenaje a mi ídolo Teófilo Cubillas. Como con mi madre creo que es un nombre muy fuerte, así que sólo opté por Teo. Finalmente elegimos Mateo y así superamos el problema. El otro ícono que marcará a nuestro hijo será El Principito, libro, personaje, filosofía e idea que compartimos con igual pasión con Carmen.
Pero quería que fuera hombre.
Yo digo que fue tanto el deseo, que en la primera ecografía, a las 14 semanas, el doctor nos confirmó que sería varón. Qué bueno.
Si era mujer sería Micaela o Cayetana. Al final decidimos por Micaela. Después descubrí que Micaela era la versión francesa de Miguelina, el nombre de mi vieja. Hoy pienso que de alguna manera mi cerebro me hizo una jugada. Nunca me habría animado a ponerle Miguelina, así que Micaela estaba mejor. Finalmente terminaba siendo un homenaje a mi vieja.
Mi hijo me dice que él sí le pondrá Miguelina a su hija.
Si era hombre sería Alonso Gabriel. El nombre estaba casi decidido. En realidad nunca me cerró pero por lo menos 3 meses no hubo dudas, sería Alonso Gabriel.
De pronto volvió a mi cabeza una idea planteada muchos años atrás. En los 90 leí Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar. La historia del emperador romano me impactó tanto, que por aquellos años no tuve dudas: mi próximo hijo se llamaría Adriano.
"Sólo en un punto me siento superior a los hombres: soy a la vez más libre y más sumiso de lo que ellos se atreven a ser. Casi todos desconocen por igual su justa libertad y su verdadera servidumbre. Maldicen sus grillos". Tremenda la Yourcenar.
Se lo propuse a Carmen y, como suele ser, aceptó. Ella nunca se hace problemas y en esta ocasión fue igual. Sería Adriano. El otro nombre, Mateo. No es una referencia católica aunque Mateo 25 es una de las partes de la Biblia que más me ha impactado. En realidad quería que sea Teo. Simplemente Teo. Aquí sí había un claro homenaje a mi ídolo Teófilo Cubillas. Como con mi madre creo que es un nombre muy fuerte, así que sólo opté por Teo. Finalmente elegimos Mateo y así superamos el problema. El otro ícono que marcará a nuestro hijo será El Principito, libro, personaje, filosofía e idea que compartimos con igual pasión con Carmen.
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