Desgraciadamente hay varios ejemplos que muestran que los intelectuales no son inmunes al virus de la estupidez.
En 1930 se realizó en Lima el Sexto Congreso Panamericano del Niño. En su discurso inaugural el dictador Augusto B. Leguía habló con lujo de detalles sobre “El mejoramiento étnico”. A pesar de la audacia, la exposición mereció el apoyo de la mayoría de los asistentes que aplaudieron sin remilgos tan absurda propuesta. Ocurre que la aparente imprudencia de Leguía no era tal pues iba en consonancia del pensamiento de la época. El dictador no tuvo problemas para exponer su absurda propuesta pues tenía como base las ideas de un clásico del pensamiento sudamericano: José Ingenieros.
Ingenieros aseguraba que “los negros eran una oprobiosa escoria, que merecían la esclavitud por motivos de realidad puramente biológica. Los derechos del hombre no pueden regir para estos seres simiescos, que parecen más próximos a los monos antropoides que a los blancos civilizados”.
Aunque Ingenieros no manifestó nunca su admiración por las dictaduras, es contundente que tenía un pensamiento fascista. Por eso no era extraño que sus propuestas fueran tomadas con mucho entusiasmo por regímenes totalitarios. Queriéndolo o no les dio parte del marco teórico que usaron durante todo el siglo pasado para perpetrar sus abusos.
Ingenuo, confiado y finalmente ignorante, uno podrá preguntarse si los poetas, aquellos personajes que no van a ningún lugar sin no están aferrados a su musa, aquellos a quienes robamos sus versos para enamorar, seres sensibles si los hay, también pueden ser víctimas del mal de la estupidez. La respuesta ya la saben: sí.
Ezra Pound no sólo es uno de los más reconocidos poetas de habla inglesa, también fue un gran difusor e investigador de la literatura clásica y moderna. Ayudó a publicar a D. H. Lawrence, James Joyce, T. S. Elliot, Ernest Hemingway, entre otros. Además descubrió para occidente a Tagore, Li Tai Po y Confucio. Su inquietud intelectual lo llevó a discurrir por el sinuoso terreno de la economía.
Con muy buenas intenciones, Pound desarrolló la teoría del crédito social y se acercó al fascismo convencido de que era la única forma de gobierno que podía llevar adelante su proyecto. Su entusiasmo fue tal que desde Rapallo, Italia, realizó incendiarios programas de radio exaltando el fascismo y atacando el "sistema económico norteamericano basado en la usura". En 1945 Arthur Miller declaró haberlo escuchado en onda corta criticar al gobierno y eso fue suficiente para que la justicia lo acuse de traición a la patria. Finalmente se le declaró insano y mentalmente incapacitado para un juicio, motivo por el cual fue confinado en un manicomio.
Se dice que entre Pound y Mussolini hubo una estrecha relación, cosa que no debe sorprender pues Benito Juarez Amilcare Andrea Mussolini, era un lector insaciable de Byron, Nietzche y Goethe. Tal vez este feelling intelectual fue lo que unió a poeta y tirano.
Acostumbrados a trabajar con la ideas y transitar por el territorio de la ficción, los intelectuales parecen encontrar en los sistemas totalitarios la mejor manera de abandonar el mundo de las teorías y penetrar en la realidad. Sin embargo, algunos parecen olvidar que hay pleonasmos y metáforas que la realidad no soporta.
"Los sistemas democráticos son demasiados débiles. Las dictaduras en cambio tienen la fuerza suficiente para organizar la sociedad". Este pensamiento pasaría inadvertido si surgiera de un militar latinoamericano o africano, pero adquiere una dimensión distinta cuando la dice un destacado intelectual como José Santos Chocano. Nuestro poeta no creía en la democracia y de las palabras pasaría fácilmente a los hechos, primero como secretario de Pancho Villa y luego como hombre de confianza del dictador guatemalteco Manuel Estrada Cabrera.
Al comienzo sólo redactaba los discursos del presidente, pero luego se convirtió en pieza importante del gobierno organizando complots y diseñando planes para callar a la oposición. Incluso cuando el pueblo se rebeló para expulsar al tirano, Chocano no dudó de que la única salida era una masacre, descomunal pero efectiva. Sin embargo, su propuesta era tan sangrienta que el propio Estrada no se animó a realizarla. Luis Alberto Sánchez decía que durante este tiempo Chocano no sólo callaba barbaridades sino que se había convertido en ejecutor de ellas.
Inteligente, cultivado y hasta seductor, Chocano se convirtió en el brazo derecho del dictador. Y por supuesto que cuando cayó el régimen también estuvo al frente. Sin dudar la justicia lo condenó a muerte, pero gracias a la intervención del Papa, tres reyes, entre los que estaba Alfonso XIII, a quien Chocano dedicó los versos de Alma América, y más de 200 hombres notables del mundo que pidieron clemencia, Chocano salvó del pelotón de fusilamiento.
¿Y los pintores? ¿Acaso entre el lienzo y el caballete hay espacio para algún trazo de estupidez? Desgraciadamente sí y con suficiente pintura para hacer un mural.
Salvador Dalí nunca tuvo problemas para exteriorizar sus simpatías por Francisco Franco. Y lo hacía en tonos fosforescentes, como para que nadie tuviera dudas de sus simpatías.
Dalí no sólo aplaudió las ejecuciones realizadas por el “generalísimo”. En una entrevista a la agencia AFP señaló que en realidad habría que fusilar tres veces más. "No estoy comprometido políticamente, pero profeso admiración por Franco que ha resucitado España" decía el pintor.
La lista de intelectuales contaminados por el virus de la estupidez parece interminable.
Durante muchos años Gabriel René Moreno fue el científico más reputado de Bolivia. Gran parte de su vida la dedicó a investigar cerebros. No era raro verlo en La Paz comprando masas encefálicas de gente blanca, mestiza o india. Todas servían al científico más reconocido del país para realizar sus estudios. Cual Frankenstein altiplánico, Moreno tenía su laboratorio lleno de frascos con cerebros navegando en formol y una esperanza: encontrar en ellos respuesta a sus dudas. Luego de años de observación La gran figura intelectual boliviana del siglo XIX anunció la conclusión de sus estudios: "El cerebro del hombre blanco pesa entre cinco y ocho onzas más que el de indios y mestizos. Conclusión: los blancos son superiores”.
La palabra de Moreno es la voz de la ciencia. Tanto políticos como indígenas asumen sin protestas sus roles de gobernantes y gobernados. Aunque los "estudios" se realizaron en 1909, durante todo el siglo XX los militares bolivianos lo citarían para justificar sus tropelías.
La vida se encargaría se vengar a Moreno. Cuando murió sus colegas sintieron esa sana curiosidad científica de saber cuánto pesaba el cerebro de su fallecido colega. Dicen que cuando la pusieron encima de la balanza, ésta se movió menos que cuando le ponían el cerebro de un aborigen.
De la filosofía a la poesía, de ahí a la pintura y a la ciencia.¿Y la música?. No se preocupe al fondo hay sitio.
Cuando en 1942 Arturo Toscanini fue expulsado de Alemania por negarse a dirigir el Parsifal de Wagner y declararse antifascista, el régimen nazi pidió a Strauss que lo sustituyera y no tuvo problemas para reemplazarlo. Cuando Bruno Walter fue excluido de un concierto en Berlín por sus orígenes judíos, Strauss tampoco tuvo problemas para sustituirlo. Con dos colaboraciones no tuvo ningún problema tampoco para componer los Himnos Olímpicos con que los nazis inauguraron los juegos de 1936. Sin embargo, se asegura que poco importaba la política a Strauss, su interés era sólo componer. Lo malo es que lo hacía para Hitler.
La verdad es que el compositor de El Danubio azul, nunca manifestó admiración por el Führer ni mucho menos. En todo caso, es bueno recordar que gran parte de su obra como los poemas sinfónicos Don Juan (1889) o Así habló Zaratustra (1896), la realizó antes de la llegada del nazismo.
Los queremos, aplaudimos, veneramos y esperamos con ansias su ilustrado concepto. Sin embargo, toda esta expectativa parece no ser suficiente para que algunos intelectuales terminen por recostar su sabiduría en las rodillas de un tirano.
2 comentarios:
ya pues, si va ud. a hacer la historia completa, suelte el nombre. FK pueden ser sus primeras letras?
No sé. Pero a mí me suena a una historia que se vino MACERAndo por ahí, entre versos pro conquista como el de "los caballos eran fuertes, los caballos eran ágiles..."
Si eliminamos de la humanidad ese "no sé qué" que la ciencia y el arte aún no pueden explicar, nos quedamos con una sociedad perfecta.
Como la de los insectos.
Saludos teacher,
Lito (Lobo)
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