6 de junio de 1936. 10 mil metros cuadrados de la Plaza Roja de Moscú son alfombrados para jugar un partido de fútbol. No es un encuentro cualquiera. Joseph Stalin quiere comprobar si es cierto aquello que dicen del fútbol. Busca entender la pasión que desata este deporte. Pide a los hermanos Stárosin, dueños del Spartak, que preparen un partido de exhibición. La Plaza Roja será el escenario.
Los organizadores están entusiasmados, pero hay duda y miedo. Saben que el dictador tiene mal genio y una descoordinación podría llevarlos a Siberia. Por eso, “arman” un partido en el que tiene que haber penales, tiros libres, quiebres, alguna chalaca, huachas y, por supuesto, goles, muchos goles. Todo de manera condensada pues el tirano solo tiene 30 minutos.
Cuenta M. A. Curletto en Fútbol y poder en la URSS de Stalin (Altamarea, 2018), que la cosa no era fácil ya que el CDKA, equipo del Ejército Rojo, y el Dinamo, ligado al Comisariado de Asuntos Internos, una especie de Policía Secreta, estaban enojados pues hubieran querido estar en la cancha y no se descartaba (sabían cómo hacerlo) algún boicot. Por eso se coordinó todo. Hasta el nivel de aburrimiento del dictador. Nikolai, el menor de los Stárosin, pidió a uno de sus amigos ponerse al costado de Stalin para que le avisara, con movimientos de pañuelo, si el privilegiado espectador se aburría. Si agitaba el pañuelo, algo extraordinario tenía que ocurrir en la cancha.
La puesta en escena fue exitosa. Stalin se entusiasmó y se quedó 15 minutos más. Algunos dicen que desde ese día se hizo hincha del Spartak. No está comprobado. Lo que sí es cierto es que su hijo, Vasili, hizo amistad con los hermanos Stárosin y se volvió fanático del club que tomó el nombre del histórico gladiador.
La esvástica es un triste lugar común en las pancartas futboleras en el mundo. Sin embargo, a Hitler no le gustaba este deporte. Cuenta Ulrich Hesse en Colina, la historia del fútbol alemán, calificado por la revista Four Four Two como el sexto mejor libro de fútbol de todos los tiempos, que el Führer odiaba el fútbol por ser muy inglés. Tan nacionalista como era, no aguantaba que esa contundente influencia extranjera se extendiera por todas las canchas alemanas. Sin embargo, Joseph Goebbels, su alucinado asesor de prensa, tenía claro el poder del deporte rey. “Para la gente, ganar un partido internacional es más importante que capturar una ciudad”. Esa frase bastó para que Hitler se interesara por este deporte y por el Schalke 04.
Que se sepa, el dictador no fue a ningún partido de los Mineros, pero se deduce que los campeonatos obtenidos entre 1935 y 1939 y sus 11 años invicto en calidad de local, hayan emocionado al desquiciado y usara al Schalke como claro ejemplo de la superioridad alemana. En el 2008 la revista Times confirmó que Hitler era hincha del Schalke, cosa que ha sido desmentida por el club. Lo que sí es cierto es que por aquellos años el estadio de Gelsenkirchen desbordaba de banderas y cantos nazis. Tal vez Hitler no era hincha, pero de que lo amaban lo amaban.
¿Era el dictador Francisco Franco hincha del Real Madrid? Todo parece indicar que no. Como lo cuenta Javier Marías en Salvajes y sentimentales (Aguilar, 2000) lo más probable es que simpatizara con el Atlético Madrid, cuyo nombre anterior fue Atlético Aviación, equipo de los pilotos franquistas. Un argumento que avala esta teoría es que Vicente Calderón, según encuesta realizada por la revista Mundo Deportivo, el mejor presidente en la historia del Atlético Madrid, era abiertamente franquista. Al parecer, Franco no quiso dejar pasar la oportunidad de relacionarse con el histórico Real Madrid que, entre otras cosas, ganó 5 copas europeas consecutivas. Todo parece indicar que ahí nace la creencia de su hinchaje por los merengues.
Cuando uno se acerca al Gigante de Arroyito, la imagen que más se repite es la del Che Guevara. Paredes de todo tamaño muestran al guerrillero enfundado con los colores de Rosario Central. En cada partido una enorme bandera con su famosa cara acompaña al equipo. Sin embargo, que se sepa, el guerrillero jamás exteriorizó públicamente su militancia canalla, pero hay testimonios de amigos y familiares que confirman su hinchaje. En el 2017, el periodista Luis Novaresio entrevistó a Juan Martín, hermano menor del Che, quien confirmó que en varias ocasiones el guerrillero lo llevó a ver partidos de Central. Sus amigos Alberto Granados y Carlos Ferrer también confirman esta información. Por último, cuenta el escritor Osvaldo Bayer que cuando vivía en Berlín entrevistó a la hermana del Che. Celia le dijo que podían conversar de todo, menos de Ernesto. Al final de la entrevista, esto lo cuenta Marcos Di Salvo en el portal Fútbol Rebelde, Celia dio el dato que todos esperaban. “Quedate tranquilo, Osvaldo, que Ernesto era hincha de Central”.
Sátrapas, villanos, iluminados y canallas se han acercado al fútbol y no necesariamente por amor a un equipo, sino para usar este deporte en beneficio de sus oscuros intereses. Desgraciadamente, no hay filtro que pueda cernir quiénes se acercan a un club. Lo que sí está a nuestro alcance es elegir qué tipo de relación tendremos con el fútbol. ¿El cariño por mi equipo saca lo mejor o lo peor de mí? ¿Somos sátrapas o iluminados cuando alentamos a nuestro equipo?
Por lo menos en el fútbol, tratemos de no parecernos a los que tanto criticamos.
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