En el periodismo siempre hubo miserias. Lo que ocurre es que las redes y el HD hacen que las tropelías de estos tiempos brillen como si fuera la primera vez. Pero no es así. Miserias hubo siempre. Tampoco es un consuelo, pero la verdad sea dicha, en la prensa no todo tiempo pasado fue mejor. Periodistas miserables hubo siempre. Y los seguirá habiendo pues así es la naturaleza humana. Hay que trabajar para que eso cambie.
De todas las miserias, esta es la que más me gusta.
1815. Napoleón se aburre de su retiro en la isla de Elba y organiza su retorno a París. Solo lo acompañan unos 600 hombres. Ya sabemos que en la gloria hay muchos y en la desgracia, pocos. En un magnífico ejemplo de la miseria del periodismo, el diario El Constitucional titula las intenciones de Napoleón de la siguiente manera: “El sanguinario ogro acaba de dejar la guarida”.
Al día siguiente, cuando desembarca en la Costa Azul, pone en su primera plana: “El Sanguinario de Córcega está en Francia”.
Cuando Napoleón llega a Grenoble e inicia su entrada a la capital francesa, el titular es: “Bonaparte se encamina hacia París”.
Tres días después, cuando crecen sus seguidores y su poder aumenta, el director de este miserable medio pone en portada: “Napoleón prosigue su avance triunfal”.
A los cinco días de haber iniciado su retorno El Constitucional destaca en su primera página: “Mañana hará su entrada a París el emperador de los franceses”.
No es broma. Al día siguiente pone en su primera plana: “Su majestad real e imperial ha llegado a la capital”.
Sí, en una semana pasó de Ogro a Su Majestad. Así de miserable fue siempre el periodismo.
Ejemplos de prensa miserable hay muchos, aquí uno más.
Camus, el gran Albert Camus, también se enfrentó a una prensa pusilánime. Aunque muchos lo ubican más como novelista, dramaturgo y filósofo, el autor de El Extranjero y Calígula fue un apasionado periodista. A él le debemos la mejor definición que conozca: “el periodismo es el mejor oficio del mundo”. Y él lo sabía más que nadie pues lo ejerció de manera militante y comprometida. Sus artículos, abogando por la independencia de su Argelia natal, fueron tan rotundos que el gobierno lo persiguió hasta que lo obligó a emigrar a Francia. Mientras él se enfrentaba al poder, sus colegas hacían un periodismo simple, vulgar y conformista, como lo cuenta su amigo Jean Daniels en “Camus. A contracorriente”. “Le molestaba que el periodismo de Argelia se haya sometido al poder del dinero, la obsesión por agradar a cualquier precio, la mutilación de la verdad con un pretexto comercial o ideológico, el gancho sensacionalista y el desprecio a los interlocutores”. O sea, una perfecta descripción de la prensa que hoy nos avergüenza.
Para nosotros el más reciente capítulo de la miseria del periodismo son los #audiosCNM. No es la primera vez que vemos un periodismo de cloaca, tampoco será la última. A los que amamos este oficio solo nos queda trabajar de manera ética, responsable y comprometida. Suena cursi y hasta bobo, pero hoy más que nunca los periodistas debemos repetir hasta el cansancio, como si fuera una oración, la máxima del gran Rizard Kapuscinski: “Para ser buen periodista, ante todo, hay que ser buena persona. De una mala persona no puede salir un buen periodista”. Que así sea, Kapu. Hoy más que nunca, que así sea.
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