marzo 07, 2018

MALDITA EDUCACIÓN


        ¿Cuál es el mejor colegio? Hay varias opciones, todas, espero equivocarme, privadas. O sea, primera conclusión: en el Perú si quieres una buena educación, tienes que invertir. La educación pública no es buena. Pobres abstenerse. “La educación pública es una estafa”, dice León Trahtemberg. Imposible refutarlo.
Pero aquí viene lo peor. El colegio, los útiles, la cuota de ingreso, una buena infraestructura y, maravillas de maravillas, un buen profesor, no sirven de nada si no hay compromiso de la familia. Cuando matriculé a mi primer hijo a La Casa de Cartón, sabía que además de cumplir con las exigencias económicas, debía dejar de lado el consumismo y además adoptar criterios como solidaridad, trabajo en equipo y compromiso de manera sostenida. Por eso los fines de semana realizábamos minka en el nuevo local en Los pantanos de Villa. Si la familia no está comprometida no hay colegio que sirva. Y ese es el drama. Creemos que el colegio solucionará problemas que vienen de casa.
    Sobre la educación, el destacado economista Moisés Naim publicó un artículo con un título contundente: ¿Cuál es la mayor estafa del mundo? La educación. Entre otras cosas dice: “Los esfuerzos que hace la humanidad para educar a sus niños son titánicos y sus resultados patéticos”.
    ¿Por qué estamos tan mal? Creo que uno de los graves problemas tiene que ver con el profesor. Un maestro, bueno o malo, influye de manera contundente en la vida de un alumno. Quiera o no, más allá del currículo o sílabo, el profesor termina transmitiendo su visión del mundo al estudiante. Y es una pena pues en nuestro país, lamentablemente, cualquiera enseña. En relación a las universidades, que es lo que más conozco, algunas piden como únicos requisitos para enseñar un título y una amistad con el contratante. Una lástima que explica por qué estamos como estamos.
    ¿Y cómo debe ser un profesor?
    Aquí una fantástica, maravillosa, incomparable definición realizada por Julio Cortázar tomada de su libro Papeles inesperados. Es cierto que se refiere al profesor de colegio, sin duda, el más importante. Sin embargo, la definición cabe perfectamente para aquellos que trabajamos en universidades. Soy responsable del trabajo que realizo como profesor, pero después de leer esta definición, siento mayor compromiso con mi trabajo. Y también estoy convencido de que como profesor soy muy importante para el desarrollo del país. Si un país tiene buenos profesores, lo demás viene solo. Dice Cortázar: 

“Ser maestro significa construir, en el espíritu y la inteligencia del niño, el panorama cultural necesario para capacitar su ser en el nivel social contemporáneo y, a la vez, estimular todo lo que en el alma infantil haya de bello, de bueno, de aspiración a la total realización. Doble tarea, pues: la de instruir, educar, y la de dar alas a los anhelos que existen, embrionarios, en toda conciencia naciente. El maestro se tiende hacia la inteligencia, hacia el espíritu y, finalmente, hacia la esencia moral que reposa en el ser humano. Enseña aquello que es exterior al niño; pero debe cumplir asimismo el hondo viaje hacia el interior de ese espíritu, y regresar de él trayendo, para maravilla de los ojos de su educando, la noción de bondad y la noción de belleza: ética y estética, elementos esenciales de la condición humana".

    ¿Qué responsabilidad, no? sigo con Cortazar. 

    "Enseñar el bien, supone la previa noción del mal; permitir que el niño intuya la belleza no excluye la necesidad de hacerle saber lo no bello. Es entonces que la capacidad del que enseña —yo diría mejor: del que construye descubriendo— se pone a prueba. Es entonces que un número desoladoramente grande de maestros fracasa.
En el fondo de todo verdadero maestro existe un santo, y los santos son aquellos hombres que van dejando todo lo perecedero a lo largo del camino, y mantienen la mirada fija en un horizonte que conquistar con el trabajo, con el sacrificio o con la muerte”.

    Impresionante. En el fondo de todo maestro existe un santo, dice Cortázar. La definición es rotunda. Exime cualquier otro comentario. Qué compromiso, ¿no?. Sigo con el escritor argentino:

“Y ahora, esta pregunta dirigida a la conciencia moral de los que se hallan comprendidos en ella: ¿bastaron cuatro años de escuela normal para hacer del maestro un hombre culto?
La escuela normal no basta para hacer al maestro. Y quien, luego de plegar con gesto orgulloso su diploma, se disponga a cumplir su tarea sin otro esfuerzo, ése es desde ya un maestro condenado al fracaso. Parecerá cruel y acaso falso; pero un hondo buceo en la conciencia de cada uno probará que es harto cierto. La escuela normal da elementos, variados y generosos; crea la noción del deber, de la misión; descubre los horizontes. Pero con los horizontes hay que hacer algo más que mirarlos desde lejos; hay que caminar hacia ellos y conquistarlos.”
El maestro debe llegar a la cultura mediante un largo estudio. Estudio de lo exterior, y estudio de sí mismo. …  Nadie se conoce a sí propio sin haber bebido la ciencia ajena en inacabables horas de lectura y de estudio; y nadie conoce el alma de los semejantes sin asistir primero al deslumbramiento de descubrirse a sí mismo”

    Fin de la cita, larga pero necesaria. 
    Pregunta: ¿sabrán quienes nos gobiernan la magnitud del papel del maestro en la vida de la gente? Por cómo va el mundo es obvio que no lo saben y si lo saben no les interesa el tema.  


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