Si algo caracteriza a los seres humanos es
que no pensamos. Una mirada a las redes sociales nos hace llegar a una
conclusión tan contundente como triste, la gente tiene una mínima capacidad de
reflexión. Los neurocientíficos han dado un dato que confirma esto: al día
tenemos en promedio 60 mil pensamientos, de esos, el 90% se repite todos los
días. Es decir que en realidad somos autómatas que actuamos sin pensar. La
verdad, no me sorprende.
Repetimos y no pensamos. Por eso de manera
equivocada se instalan en nuestra vida conceptos que nada tienen que ver con la
realidad.
CASO 1. EL PERRO DEL HORTELANO
Durante
años hemos usado al perro del hortelano para mostrar uno de los sentimientos
humanos más despreciables: el egoísmo. Cuantas veces, cuando no hemos querido
compartir algo que no íbamos a consumir, alguien ha dicho: "Eres como el perro del hortelano, ni
comes ni dejas comer". Alan García hizo del dicho una campaña política.
Los que usan esta metáfora están en un tremendo error,
pues más que representar al egoísmo, este vilipendiado can es el ejemplo más
claro de lealtad, trabajo desinteresado y responsabilidad, actitudes cada vez
menos frecuentes entre los seres humanos.
Aunque es cierto que el perro del hortelano no come ni
deja comer, tiene buenos motivos para ser así. Como buen guardián, el trabajo
de un perro de hortelano consiste en impedir que gente extraña ponga las manos
en las hortalizas de su amo. Nadie que no sea su dueño está autorizado a tomar
las verduras. Este es el motivo por el que no deja comer a nadie. ¿Y por qué no
come? Pues simplemente porque los perros no comen hortalizas. En suma, el perro
del hortelano puede simbolizar cualquier actitud humana menos el egoísmo.
Cambiemos el chip y digamos “perro del hortelano: lealtad, responsabilidad,
compromiso”.
Pero este can no es el único animal que ha sufrido la
injusticia de los hombres. El buen nombre del avestruz también ha sido
mancillado.
CASO 2. POLÍTICA DEL AVESTRUZ
Cuando alguien no enfrenta un problema, lo elude o cierra los
ojos ante él, se dice que está usando la política del avestruz. Los dibujos
animados han contribuido bastante en difundir la ridícula imagen de esta
gigantesca ave metiendo la cabeza en un agujero. Sin embargo, la realidad
muestra un animal con una actitud totalmente distinta ante los problemas.
En primer lugar, el sentido común debería ser suficiente para
darse cuenta de que si el avestruz enfrentara sus inconvenientes escondiendo la
cabeza, hace rato que hubiera desaparecido, ya sea porque sus depredadores
hubieran hecho fácil presa de ellos, pues tenía todo el cuerpo afuera, o por
ahogo, pues no podrían resistir tanto tiempo sin aire. Pero no siempre alcanza
con el sentido común. Por eso el etólogo Vitus Dröscher se dedicó a investigar de
dónde viene esta idea equivocada.
Gracias a su gigantesco cuello, el avestruz puede empollar y
cuidarse de sus enemigos como si tuviera un periscopio. Su instinto de
supervivencia le ha enseñado que cuando un felino se acerca, lo mejor es
caminar simulando una cojera. Cuando el depredador se aproxima, empieza a
correr. Casi nunca lo alcanzan pues desarrolla una velocidad de hasta 52
kilómetros por hora y lo que es mejor, puede sostenerlos más tiempo que
cualquiera. Pero hay ocasiones en donde no identifican a su enemigo a tiempo,
es ahí cuando “entierran” su cabeza.
Dröscher observó que cuando un felino merodeaba el nido
demasiado cerca, el avestruz estira su cuello por el suelo como si fuera una rama seca y lo camufla con arena dejando su
cabeza libre. Por increíble que parezca el felino pasa de largo y cuando ya no
hay peligro la madre se sacude el polvo y sigue empollando. A pesar de poder
correr y dejar entretenido con los huevos a su atacante, el avestruz prefiere
morir a dejar sus huevos a merced del enemigo. En realidad de cobarde el
avestruz no tiene nada.
CASO 3. LA PALOMA DE LA PAZ
Y la paloma, ¿es tan pacífica como dicen?
Instituciones públicas, organismos internacionales,
fundaciones, ONG, gobiernos y un largo etcétera, no dudan en elegir a una
paloma como símbolo de la paz. Desde los Balcanes hasta Katmandú, pasando por
Lima o Kabul, todos concuerdan en que este animal es el emblema perfecto de la
armonía y la amistad. Sin embargo, la realidad muestra otra cosa.
En cierta ocasión el premio Nobel Konrad Lorenz, decidió
cruzar a su tórtola “Willy” con “Petra”, la calma paloma de un amigo. Como el
casado casa quiere, Lorenz amplió la residencia del novio para que la pareja no
tuviera problemas de territorio. Luego de dejarles comida, el investigador
partió esperando ver al día siguiente el matrimonio consumado. Lo que encontró
a su retorno fue escalofriante.“Willy” se encontraba tumbado en una esquina de
la jaula sin una pluma y totalmente ensangrentado. Encima, sin perder ese gesto
que los humanos hemos definido como simpática y tranquila, se encontraba “Petra” picoteando al moribundo
palomo.
Lorenz, que logró el premio Nobel gracias a sus estudios
sobre la conducta animal, señaló que salvo algunos grupos humanos, ningún ser
vivo ha sometido a otro a este tipo de violencia. Si bien es cierto que esto solo
sucede en cautiverio, en realidad el potencial de violencia de esta ave es
mayor a cualquier otra conocida. Mucho más pacífica es una tarántula o una
víbora.
Así que ya sabe, el perro del hortelano representa la
responsabilidad y buen trabajo; el avestruz, el ingenio y amor para con sus
hijos y la paloma, la bestialidad más grande. A corregir la historia.
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