Se solicitan entusiastas peruanos que se
atrevan a defender festivo peruanismo.
Nacionalistas de nuevo cuño que empuñen con
fuerza el portaestandarte de nuestro querido
y tradicional poto.
Cuando ocurrió lo del pisco la respuesta fue contundente. Organismos públicos y privados lanzaron una feroz campaña para combatir la osadía chilena. Personajes de todas las esferas, blandieron el licor de uva como si se tratara del más preciado símbolo patrio. Se crearon canciones, poemas y dibujos sobre el tema y lanzamos hurras a todo pulmón para que escucharan “allá” que el pisco era tan peruano como la Sarita, el tocosh y la papa.
La cosa no quedó ahí. Nuestro nacionalismo herido nos hizo crear una efemérides etílica y no solo se instauró el Día del Pisco, también expedimos la partida de nacimiento del pisco sour y el chilcano. En Plazas y calles de todo el país, literalmente, brotaron manantiales de la bebida de bandera en todas sus manifestaciones.
El gobierno no le dio la espalda al tema y le otorgó carácter oficial. En corto tiempo, la Cancillería creó un batallón de diplomáticos expertos en quebranta, acholado, torrontel e Italia. Y como antes lo hicieron con otros temas de interés nacional, una vez más la gente de Torre Tagle lidió con éxito contra el invasor que trataba de quitarnos lo nuestro.
Con la chirimoya no hubo tanto revuelo, pero igual el tema llegó al parlamento. La Comisión Nacional de Productos Bandera la incluyó y así pudo combatir esa otra osadía llamada “chilemoya”. ¡Por favor!
Con el suspiro a la limeña el atrevimiento llegó a límites absurdos. Como es lógico también hubo primeras planas y encendidas protestas. Los programas dominicales prepararon especiales para que no queden dudas de la nacionalidad del sabroso, pero en algunos casos, por lo menos para mí, empalagoso postre tradicional.
Y del poto nada. No hay día del poto, no hay funcionarios que salgan a defenderlo en foros internacionales, ni medios que lo promuevan. No hay editoriales ni fotos en primeras planas. En el Congreso, nadie habla de incluirlo entre los productos bandera. Ni hablar de su muestra en parques y lugares públicos. Basta de tanto olvido. ¿O queremos que el poto deje de ser peruano? Porque en tierras del sur ya empiezan a decir que poto es una palabra mapuche.
Nacionalistas, tómenlo con calma.
En el portal diccionariochileno.cl dice:
1. poto
expresión que nace en teoría del mapuche, que luego la adopto el chileno. significa trasero o culo.
Oh, Dios. Otra vez. La palabra poto proviene del mochica (lengua del pueblo Moche del norte del Perú). Del mochica pasó al quechua, donde la usaron para referirse a las vasijas. Finalmente llegó al mapuche, para referirse a las porciones carnosas y redondeadas situadas al final de la columna vertebral. El poto, pues.
El pueblo mapuche merece nuestro más profundo respeto (1). Más aún cuando algunas voces señalan que en la actualidad son víctimas de un genocidio. Sin embargo, eso no debe distraernos del tema central. Poto, como sinónimo de trasero, no es palabra mapuche. El poto es peruano.
El ilustre “potólogo” Gregorio Martínez ya dejó constancia de la nacionalidad del poto: “Quechuismo que se deriva de la cucurbitácea cuya existencia se remonta a la etapa formativa de nuestra agricultura, la revolución del neolítico.. gratificante hallazgo metafórico para decir culo sin herir susceptibilidades” (2).
Es cierto que la página web citada no es oficial pero no esperemos que así sea. Ese es el inicio, el globo de ensayo que lanzan desde el sur para que después el día menos pensado, ¡zas!, nos roben el poto.
No dejemos que eso suceda.
(1) Aunque los mapuches viven entre Chile y Argentina, su mayor población se ubica en nuestro vecino de frontera.
(2)Martínez, Gregorio. El Libro de los espejos. 7 Ensayos al filo del catre. PEISA 2004.
El pueblo mapuche merece nuestro más profundo respeto (1). Más aún cuando algunas voces señalan que en la actualidad son víctimas de un genocidio. Sin embargo, eso no debe distraernos del tema central. Poto, como sinónimo de trasero, no es palabra mapuche. El poto es peruano.
El ilustre “potólogo” Gregorio Martínez ya dejó constancia de la nacionalidad del poto: “Quechuismo que se deriva de la cucurbitácea cuya existencia se remonta a la etapa formativa de nuestra agricultura, la revolución del neolítico.. gratificante hallazgo metafórico para decir culo sin herir susceptibilidades” (2).
Es cierto que la página web citada no es oficial pero no esperemos que así sea. Ese es el inicio, el globo de ensayo que lanzan desde el sur para que después el día menos pensado, ¡zas!, nos roben el poto.
No dejemos que eso suceda.
(1) Aunque los mapuches viven entre Chile y Argentina, su mayor población se ubica en nuestro vecino de frontera.
(2)Martínez, Gregorio. El Libro de los espejos. 7 Ensayos al filo del catre. PEISA 2004.
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