marzo 24, 2014

¡QUÉ MIEDO...EL TEATRO!

    Imagínese una obra de teatro que le haya gustado mucho. Ya sé que hay varias, pero haga el esfuerzo e imagine una. Yo pienso en Los Músicos Ambulantes de Yuyachkani. Ahora imagine a esos actores perseguidos por la policía y presos por subversivos. ¿El delito? Solamente haber representado esa obra. Estoy viendo a Teresa y Rebeca Rally y al resto de músicos rumbo a la DIRCOTE.
    Y empieza el desfile: Miguel Rubio, Norma Martínez, Giovanni Ciccia, Mabel Duclós, Carlos Gasols y un largo etcétera. Actores de los más variados estilos y escuelas se van a la cana por haber hecho teatro.
    La escena es absurda, pero en algún momento fue la dura realidad a la que tuvieron que enfrentarse los teatreros. A lo largo de la historia absurdos personajillos, que desgraciadamente ostentaban poder, creyeron ver en las obras teatrales elementos nocivos para la sociedad. Empecemos con el papa Inocencio XII.
    Este purpurado no solo pasó a la historia por ser el último Papa en llevar barba y bigotes, sino, y principalmente, por perseguir actores de teatro. Con una firmeza digna de mejor causa, en 1697 ordenó la destrucción del teatro Tordinoma, lugar donde, decía, se hacían las representaciones más obscenas en toda Italia. De eso habló Darío Fo en un histórico discurso por el Día Mundial del Teatro:
"Se sabe que el gran éxodo de actores de La Commedia dell’Arte tuvo lugar en el siglo de la Contrarreforma, cuando se decretó el desmantelamiento de todos los espacios teatrales, especialmente en Roma, donde fueron acusados de ofender a la ciudad santa. …el cardenal Borromeo Carlos consideraba al teatro, como manifestación profana y vanidosa….En una carta dirigida a sus colaboradores, que cito de memoria, se expresa más o menos así: “Los que estamos a favor de la erradicación de las malas hierbas, hemos hecho lo posible por quemar textos que contienen discursos infames, para extirparlos de la memoria de los hombres, y al mismo tiempo perseguir a todos aquellos que divulgan esos textos impresos. Evidentemente, mientras dormíamos, el diablo maquinó con renovada astucia. ¡Hasta qué punto es más punzante en el alma lo que los ojos pueden ver que lo que puedan leer en los libros de ese género! ¡ Hasta qué punto es más devastador para las mentes de los adolescentes y de los niños la palabra hablada y el gesto apropiado que una palabra muerta impresa en un libro! Por lo tanto, urge expulsar de nuestras ciudades a esas gentes del teatro, como ya hicimos con las almas indeseables”."

    Disculpen lo extenso de la cita, pero era necesario.

    Pero el papa Inocencio XII, qué tal nombre, no fue el único. Antes, en América, el virrey Gaspar de Zúñiga y Acevedo fue el encargado de elaborar el documento censor más antiguo que se conozca por estas tierras. Data de 1601 y el texto norma la actividad de los “corrales de comedias”. Se elabora un documento del que rescato los siguientes puntos:
  • Que las obras fueran previamente autorizadas por el Arzobispado. 
  • Que las actrices no aparecieran vestidas de hombre y que su vestuario fuera “honesto”. 
  • Que los hombres y mujeres del público ocuparan localidades separadas. 
  • Y que a las obras asistieran representantes de la justicia (1) 

    Y siguen. Por esos mismos años, Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla, consideraba al teatro como “cátedra de pestilencia y consistorio del vicio… que realizan oficios tan nocivos para el alma, infames por derecho y de los cuales resultan tantos pecados”. (2)
    No hace falta decirlo, pero por aquellos años para la Iglesia los actores de teatro eran el mismísimo demonio.
    No se vaya a creer que la preocupación por este “veneno” producido por actores y autores es patrimonio de la Iglesia católica. No. Si algún sistema, grupo, forma de pensamiento o asociación supera, y con creces, la estupidez eclesial, es el que encarnan las dictaduras. Hay muchas, pero la del generalísimo Francisco Franco es de mis preferidas.
    Ya conté anteriormente que el dictador español prohibió que se use públicamente la palabra supositorio por considerar que despertaba instintos sodomitas. Sobre el teatro tenía también su particular punto de vista. 
    Fueron muchas las obras censuradas por Franco, una de sus víctimas fue el autor Jardiel Poncela. Cultor del teatro del absurdo, Poncela no solo era visto como bicho raro por la propia dictadura sino por su propios colegas. Un ejemplo que muestra claramente el trabajo de los censores es que le pidieron que en sus obras la palabra “amante” fuera sustituida por “novio”, por considerar que la primera era muy dura, sin entender que la idea de sus obras cambiaba radicalmente con este pedido.
    Más casos. Sobre “Tierra Roja” de Alfonso Sastre dice el ente censor: “El drama, perfectamente escrito y magníficamente hablado, posee fuerza tan extraordinaria como peligrosa. Es de crudeza sin rebozos. Un verdadero mitin socialista revolucionario, que provocaría escándalo entre los espectadores”. (4)
    Y sobre “Historia de unos cuantos” de J. M. Rodríguez Méndez un informe dice: “Aunque el carácter de sainete y lo suavemente que están redactados los textos le quitan peligrosidad, la obra no deja de ser un mitin político de “rojillos”, desengañados y derrotados”. (5)
    Desgraciadamente, ejemplos hay muchos. Las dictaduras argentina y uruguaya, la revolución cultural de Mao, el régimen de Fidel Castro, entre otros, fueron lugares donde la censura gozó de buena salud. 
    ¿En estos tiempos todavía se censura al teatro? Sí. En lugares tan disímiles como Tailandia y Austria se han censurado algunas obras de Shakespeare.
    Al parecer el espíritu de Inocencio XII sigue más vivo que nunca.


1. http://hemisphericinstitute.org/hemi/ 
2. El teatro profano: reglamentación y censura. Luis Armando Lamadrid y Maya Ramos Smith 
3. Berta Muñoz Cáliz, El teatro crítico español durante el franquismo, visto por sus censores 
4. Ibid 
5. Ibid 


1 comentario:

Unknown dijo...

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