Ideas, sueños, fantasías, rabias, conspiraciones, ternuras, fanatismos y preocupaciones de un peruano formado al ritmo de las canciones de Hola Yola, el Vaso de Leche del Tío Johnny y la Reforma Educativa del General Velasco. Que se iba a la camita con el Topo Gigio y juntaba sus álbumes de Editorial Navarrete. Algo más.... Twist y nada más
enero 28, 2013
TOMATE
Tomate: en salsa. Tomate: en ensalada, mixta, cruda, cocida. Tomate: pizza. Tomate: Blody Mery. Tomate: gazpacho…. y así podríamos seguir por varias líneas. Si usted es amante del tomate en cualquiera de sus manifestaciones, le interesará esta historia y pondrá a Robert Gibbon Jhonson en su altar de santos gastronómicos.
Hasta 1830 el único uso que se le había encontrado al tomate era el ornamental. Es cierto que había pueblos que lo consumían, pero se trataba de una minoría. Para la mayoría este fruto llegado de los Andes no era comestible. Muchos creían que nadie en su sano juicio podía comerse un tomate. Ni hablar. El motivo: su terrible familia. Sus “primos” la belladona y la madrágora son venenosos y lógicamente durante muchos años se le otorgó al tomate esas características. Robert Gibbon Jhonson sabía que no era así y empezó a predicar por plazas y calles que todo lo que se decía de este fruto era falso.
Cansado de tantas afrentas, Gibbon empezó a anunciar que comería públicamente un cesto de tomates. La gente lo creyó loco, pero poco le importó. Finalmente eligió una fecha. Gibbon anunció que el 26 de septiembre de 1830 se comería una cesta de los también llamados melocotones lobo. Los periódicos empezaron a cubrir la información, pero anunciando que el protagonista estaba loco. Un médico declaró a un periódico local: " El loco del coronel botará espuma por la boca y se doblará por un ataque de apendicitis ya que es mortal la cantidad de tomates que comerá".
La prensa hizo una encuesta en la que el 100% de entrevistados manifestaba que lo que en realidad iba a ocurrir era un suicidio público. Hasta que llegó el esperado día. Gibbbon se subió a las escaleras del Palacio de Justicia de Salem y se comió una cesta de los “venenosos” tomates.
Ese día, unas dos mil personas se congregaron al lugar de los hechos, unos gritaban, otros no resistieron y se desmayaron. Antes de comer el fruto, este “mártir” del tomate dijo "llegará el día en que este fruto rico en vitaminas, sustancias nutritivas, rico alimento, un deleite para la vista, una joya para el paladar, formará la base de la alimentación e industria hortícola y se reconocerá, comerá y disfrutará como alimento comestible. Para terminar con la infamia que se está cometiendo me comeré una ahora mismo".
El resto de la historia ya la conocemos.
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