Los cinco primeros años de primaria los estudié en una escuela fiscal, la secundaria en la Gran Unidad Escolar José María Eguren de Barranco. Mis mayores me habían dicho que el cambio podía ser traumático, y realmente fue así, pero no por los cursos o los profesores, sino por el pánico que me daba ser invitado a compartir a Tita.
¿Cuál sería mi reacción? He perdido la cuenta de las veces que me imaginé frente a ella. Su camisa a medio abrir como si realmente tuviera algo que mostrar, sus labios grandes, su pantalón apretado, ese perfume asqueroso y yo mirándole a los ojos, dudando entre tocarle el culo o escupirle en la cara.
El miedo era lógico. Me horrorizaba ser ubicado entre los “maricones” que no se atrevían a tocarla. Yo no era maricón, a mí se me paraba cuando veía a las amigas de mi hermana, incluso se me paraba cuando espiaba a mi hermana.
Por otro lado, realmente no me provocaba tocarla. Sin embargo, debía hacerlo para evitar que me fastidien. La verdad es que no sabía cuál sería mi reacción.
Mi terror se calmaba cuando reparaba en que no era de la “mancha” de López. Incluso fuera del salón, el marido de la Tita tal vez ni se acordaría de mi cara. No había porque preocuparse, jamás me invitaría a compartirla.
Pero mi cálculo falló.
Había faltado un profesor y como siempre se cerró la puerta y empezó el show. Luego de las recriminaciones del caso, empezaron las invitaciones. Cuando ya se acababa la “función”, alguien grito mi nombre. Lo que tanto temí ocurrió. Aquella mañana de 1975 finalmente Tita y yo estábamos frente a frente.
Fue horrible, peor que en mis pesadillas. No supe qué hacer. Mis amigos, los mismos que me decían que no debía hablarle - nunca un saludo, ni siquiera una mirada - me dijeron que sólo fueron unos minutos. Para mí fue interminable. Ahí estaban sus labios, ahí su camisa a medio abrir, su pantalón apretado y su perfume, más horrible que nunca. Han pasado los años, 25, y aún se me escarapela el cuerpo al verme frente a ella. La distancia del tiempo me hace reconocer que aquella mañana pudo ocurrir cualquier cosa, sin embargo, cuando el miedo y la gente me acercaron a Tita, entró un profesor y obviamente terminó todo. No quedé mal con la gente y tampoco le hice nada a Tita, el típico toque de campana que salva. Desde aquel día pienso que hubiera pasado si el profe no entraba.
Ideas, sueños, fantasías, rabias, conspiraciones, ternuras, fanatismos y preocupaciones de un peruano formado al ritmo de las canciones de Hola Yola, el Vaso de Leche del Tío Johnny y la Reforma Educativa del General Velasco. Que se iba a la camita con el Topo Gigio y juntaba sus álbumes de Editorial Navarrete. Algo más.... Twist y nada más
enero 03, 2005
LOPEZ, TITA Y YO ficción
Todos conocemos a un gay. Si no compartimos con él en el colegio, lo encontraremos en el barrio, el trabajo, la familia o tal vez en nuestra propia casa.
El primero que conocí se llamaba Jorge. Abiertamente amanerado. Tita, como le decíamos, era la hembrita del primero K del José María Eguren de Barranco.
Mis amigos me decían que no había que saludarlo. Ni siquiera lo mires pues te pegará lo que tiene, aconsejaban. La inseguridad y miedo de aquellos años no me hicieron dudar. Nunca tuve el menor contacto con ella, jamás un saludo, ni siquiera una mirada.
Cuando faltaba un profesor, el salón se convertía en un burdel. Uno de los maleados del grupo, que decía ser el marido de Tita, ordenaba cerrar la puerta y vigilar si venía alguien. Una vez tomadas las precauciones, empezaba el “espectáculo”.
Ante el estímulo del resto, López, así se apellidaba el “macho”, empezaba a reclamarle su falta de amor. La arrinconaba y decía que lo tenía abandonado. Luego la manoseaba y “punteaba”. La cosa no era tan en broma pues era evidente que el infeliz se excitaba.
Esta rutina se hizo familiar en el salón. Algunos, la mayoría, festejaban, otros, entre los que me encontraba, permanecíamos indiferentes, por lo menos eso creíamos, pues finalmente con nuestra silente presencia avalábamos la actitud del matón.
Luego del manoseo, que posiblemente terminaba con una total satisfacción, López invitaba a sus mejores amigos para “compartir” a su “mujer”. Nunca las palabras marido y mujer me parecieron tan obscenas.
Algunos la tocaban. Curiosamente aquellos que evitaban el contacto eran considerados maricones. Lo dramático que habrá sido para algunos descubrir que lo que ocurría era exactamente lo contrario.
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3 comentarios:
...qué habrá sido de Tita no?
Que le pasaria a Tita por la mente durante el show? Segun la historia no puedo sacar nada absolutamente de la personalidad de Tita, pero, seguramente por mis antecedentes psicologicos, me produce una tristeza infinita porque aparece pasiva completamente.
nada que decir ya-.
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