“El fútbol es arte de engañar espontánea e
imprevistamente”
Dante Panzeri
El
fútbol se trata de mentir. Gana el que más miente, el que más engaña. Por
supuesto que si el árbitro se da cuenta tienes que asumir las consecuencias, de
lo contrario, es legal. Esa es la naturaleza del fútbol. Un quiebre o regate es
decir con el cuerpo que irás para un lado y terminas yendo para el otro. Pelé,
Maradona, Cubillas y principalmente Garrincha, fueron grandes mentirosos. Dante
Panzeri definía al fútbol como la dinámica de lo impensado. Es el arte de
engañar, decía el mejor periodista argentino de la historia. Y le creo.
Decía Sabato, en Sobre Héroes y Tumbas, que la
verdad estaba bien en matemáticas, en química o filosofía, pero no en la vida
donde es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza. En
la Grecia clásica la mentira fue censurada, pero se consideraba una
estrategia válida para vivir. En La verdad de las mentiras, Vargas Llosa dice
que los hombres no solo vivimos de verdades, también necesitamos mentiras que
terminamos encontrando en la literatura. Y en el fútbol diría yo.
No se trata tampoco de hacer una apología de la
mentira, que por otra parte ya la hizo magistralmente Óscar Wilde, no. Se trata
de entender que el fútbol es una instancia donde hay valores y formas que no
necesariamente coinciden con las de la vida común. Alguna vez en Matute escuché
a una persona quejarse de la trampa de un jugador, alguien respondió de manera
contundente: “Si quieres honestidad búscala en una iglesia, no en un estadio de
fútbol”. Aunque a decir verdad, incluso ahí tampoco la encuentras.
Por supuesto que hubo jugadores que reconocieron
haber hecho trampa. Ocurrió en el partido entre Nuremberg y Werder Bremen. El
delantero Aaron Hunt simuló una infracción y el árbitro cobró penal. Inmediatamente el
jugador confesó al colegiado que se había tirado y que no le habían cometido falta.
Al juez no le quedó otra que revocar la decisión. El hecho dio la vuelta al
mundo como rareza, cosa extraña, absurdo. Bueno, pero infrecuente.
En Italia pasó lo mismo en un partido entre equipos
regionales. Aunque el encuentro era de poca trascendencia igual la noticia dio
la vuelta al mundo, junto a la del pollo con dos cabezas y la abuela karateca
que hizo correr a unos ladrones.
El fútbol es mentira y está bien que así sea. La
vida común nos presenta varias oportunidades para practicar la honestidad, la
honradez y el cumplimiento de las normas. Ya vendrán los casi siempre
complicados trámites, o el sometimiento a una ley que algunas veces es absurda.
Ahí no hay trampa que valga pues las consecuencias pueden dolernos mucho. En
esa instancia sí hay que hacer buena letra, no queda otra. En el fútbol no, ahí
podemos soñar que lo imposible pueda ocurrir, que el grande le pueda ganar al
chico y el humille al poderoso. Y que importa si lo hicimos con una
mano que no vio el árbitro. Festejemos que ya vendrá otra ocasión en que se cobré
al revés y no valdrá quejarse porque así es el fútbol.
No se preocupe, la moral del país no es mejor o peor
por festejar un gol con la mano.
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