agosto 15, 2023

LA FUERZA DEL AZAR EN LA HISTORIA

    11 de noviembre de 1923, la historia toma otro rumbo. 
    Fin de la Primera Guerra Mundial y Alemania entra en una enorme crisis. En la ciudad de Weimar se aprueba una nueva constitución que intenta hallar una salida a la grave situación. En Munich, en la cervecería Bürgerbräu Keller, un grupo de nazis cree que la solución es dar un golpe de Estado. Adolf Hitler es uno de ellos. De la idea pasan a la acción. 
    El hecho quedará en la historia como el Putsch de la cervecería. Pero les va mal. Mueren 16 de los rebeldes. Hitler se salva, pero tiene un hombro dislocado. Logra refugiarse en la casa de su amigo, el periodista Ernst Hanfstaengl. El joven Hitler está muy deprimido. Dos días después lo encuentra la policía. Lo único que se le ocurre es suicidarse. Se lleva un revólver a la sien. Helene, la esposa del periodista amigo, se lanza y logra quitarle el arma. Por una fracción de segundo salva la vida de Hitler. El hecho está documentado en Hitler, los años desconocidos (2012) y lleva a preguntarse qué papel cumple el azar en la historia. ¿Puede un hecho casual cambiar el rumbo de la humanidad? ¿Qué tanto controlamos los acontecimientos? ¿Y si el joven Hitler se hubiera suicidado? 
     1963. El meteorólogo Edward Lorenz le da consistencia teórica a la fuerza del azar. Se da cuenta que por más esfuerzos que hagan sus colegas no se puede hacer una acertada predicción de clima. “Pequeñas perturbaciones en la atmósfera podrían cambiar el clima de manera significativa”. Escribe un artículo al respecto y, aunque su hallazgo es muy alabado, solo se volverá “tendencia” 9 años después.         
    1972. Reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. Lorenz explica su teoría y se le ocurre una metáfora: “El aleteo de una mariposa en Brasil puede producir un tornado en Texas”. Lorenz había desnudado la fiabilidad de la ciencia. La audiencia explota. El mundo se sorprende. Había nacido el efecto mariposa. 
       La mariposa vuela a otros terrenos y esparce su efecto. En ciencias sociales surge la caología: ciencia que estudia el caos. La teoría del caos se opone a la imperante cultura de la razón. Eran los años 70, el hombre había llegado a la Luna, pero, a pesar de la soberbia que invadía al mundo por haber conquistado el espacio, la realidad mostraba que un hecho fortuito podía destruir cualquier proyecto.             
    Fue el antropólogo y sociólogo Georges Balandier (1988) quien llevó la teoría del caos a las ciencias sociales. “La naturaleza no es lineal, el orden se oculta tras el desorden, lo aleatorio está siempre en acción, lo imprevisible debe ser comprendido… La clave es otra dinámica, calificada de no lineal, que le da acceso a la lógica de los fenómenos aparentemente menos ordenados” (Balandier, p. 9).         
    El también etnólogo francés menciona a la medicina y a la economía como dos espacios donde se manifiesta el caos. “La medicina se presta, con la interpretación del infarto, como fenómeno de pasaje brutal de un estado de regularidad a un estado caótico... La economía también trata de recurrir a este examen arriesgado, con el estudio del desorden de las inversiones y del empleo” (p. 10). 
           James Gleik (2012) también realiza valiosos aportes en los estudios sobre el azar. En Caos, la creación de una ciencia, usa la siguiente historia para explicar la importancia de la casualidad: 

 “Por un clavo, se perdió la herradura; por una herradura, se perdió el caballo; por un caballo, se perdió el jinete; por un jinete, se perdió la batalla; por una batalla, se perdió el reino”.


        Gleick señala que cuando Lorenz hace su descubrimiento en relación con la predicción del tiempo, en realidad lo que encuentra es caos, pero desde un punto distinto al que conocemos. Es un raro caos cuya dinámica desconocemos. “Vio más que azar en su modelo del tiempo: vio una fina estructura geométrica, orden disfrazado de casualidad” (Gleick, p. 77). Cazau (2021) señala que si un fenómeno no puede predecirse puede deberse a una de tres razones: 
    a) La realidad es puro azar y no hay leyes que permitan ordenar los acontecimientos. En consecuencia: resignación. 
     b) La realidad está totalmente gobernada por leyes causales y si no podemos predecir acontecimientos, es simplemente porque aún no conocemos esas leyes. En consecuencia: tiempo, paciencia e ingenio para descubrirlas.     
     c) En la realidad hay desórdenes e inestabilidades momentáneas, pero todo retorna luego a su cauce determinista. Los sistemas son predecibles, pero de repente, sin que nadie sepa muy bien por qué, empiezan a desordenarse y caotizarse… En consecuencia: empezar a investigar por qué ocurren estas inestabilidades, por qué el orden puede llevar al caos y el caos al orden y, eventualmente, si pueden crearse modelos para determinar, un poco paradójicamente, si dentro del mismo caos hay también un orden (Cazau, 2002). 
     Y debe ser eso: el caos también tiene su orden, pero aún lo desconocemos. 
      Nuestro mayor historiador, Jorge Basadre, también reflexiona sobre el tema. En El azar en la historia y sus límites (2021), del que se acaba de realizar una recomendable reedición, cita a G. H. Bousquet, profesor de la universidad de Burdeos, quien pone un maravilloso ejemplo de la casualidad en la historia. 30 de enero de 1875. El congreso francés tiene que elegir entre dos opciones: república o monarquía. Se realiza la votación. Gana la república por 353 votos contra 352. Un voto de diferencia. Ese voto cambió el rumbo de la historia. El diputado monárquico que igualaba la cifra había ido al baño. 
     ¿Existe el azar? ¿Estamos gobernados por la casualidad? ¿El caos domina al mundo? 
     La pandemia ocasionada por el coronavirus parece ser un sólido argumento a favor de quienes aseguran que el azar decide por nosotros. Según una teoría, alguien toma una sopa de murciélago en Wuham, China, y debido a ese extravagante antojo la historia del mundo cambió. Es cierto que esta es solo una teoría. Lo que sí ha quedado claro es que ningún científico, ni siquiera la literatura de ficción, pudo advertir lo que padecimos en pandemia. Entonces, insisto, ¿el azar nos gobierna? Al final es lo que uno quiera creer. Dice Basadre que el azar tampoco nos puede llevar al nihilismo. Nuestro historiador hablaba de la historia como un proceso y que el azar ayuda o retarda un designio. 
      Sin embargo, queda la duda. ¿Y si el joven Hitler hubiera muerto?

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