Los que tenemos pretensiones literarias sabemos el placer que significa lograr una frase contundente que se ajuste a la idea que queremos transmitir. No hay placer más grande para un escritor, o para un rudimento de él, que lograr una buena figura literaria, armoniosa, rítmica, contundente. En la literatura hay muchas, cientos, miles, millones, cada uno tiene sus preferidas.
No pretendo hacer un lista de las mejores frases de la literatura, qué absurdo. Cada uno tiene la suya y por lo general está vinculada a la visión del mundo y sensibilidad de quien la escoge. Sea metáfora, hipérbole o símil, es una total pérdida de tiempo tratar de decir que una es mejor que otra. Es una subjetividad. No lo voy a hacer. Simplemente revisando archivos me encontré con tres que quiero compartir.
- Flaubert es uno de los maestros de la literatura. Con él se inaugura la novela moderna, se produce lo que Vargas Llosa llama “la gran revolución narrativa”. Flaubert tenía la idea de que una frase debía alcanzar una musicalidad en su construcción. Por eso había que leerla en voz alta y, solo si encantaba al oído, se aprobaba. La obra con la que logra ese gran cambio en la literatura es Madame Bovary. Cuando quiere describir la tristeza de la singular Emma, escribe: “se sintió tan triste como una casa de la que se han llevado los muebles”. Fabuloso.
- En los 90’ Kundera era el escritor de moda. Todos lo leímos. Era un boom. Aunque las modas literarias me espantan, en el escritor checo encontré un narrador que se ajustaba a mis exigencias estéticas y emocionales. En La Despedida cuenta la historia de 8 personajes en una Checoeslovaquia dominada por la medianía y estupidez del sistema comunista. En un momento, el autor trata de describir lo que pasaría si uno de esos personajes, perdidos en la lógica de ese absurdo sistema, logra algo de poder en ese imperio de mediocridad inaccesible a quien no presenta un carné. Y dice: “Tenía un poder inesperado, se sentía como un peón que ha llegado al final del tablero y se convierte en reina”.
- Si hablo de figuras literarias tengo que poner algo de Gabriel García Márquez. Cien años de soledad es un extenso terreno fértil en metáforas y símiles. Para contar que uno de los personajes ha bajado de peso, que finalmente superó una gordura paquidérmica, dice: “Después de mucho tiempo pudo amarrarse otra vez el cordón de los zapatos”.
Insisto, hay miles, millones de figuras literarias que conmueven, emocionan o enervan. Solamente quise compartir tres que tenía a la mano. Ahí están.
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