"Peluchín" le hizo un gran favor a la mediocridad
futbolera peruana. El rey del escándalo, la maledicencia, el raje y la
difamación, de pronto se convirtió en referente moral y ético del país. En la
mejor fuente de información de algunos “periodistas”. Así estamos pues. Los
mismos que le echan la culpa al árbitro, a la FIFA, al clima y a la altura,
ahora tendrán el argumento perfecto para justificar cualquier papelón de la
Selección. A esa goleada histórica de Brasil, que sus estrechas y débiles
mentes vislumbran, podrán justificar con un: "La culpa es de los
juergueros". Al humillante baile colombiano, que su acomplejada
personalidad presiente, podrán argumentar con un: "Se lo debemos a los
borrachos". No sé si me estoy quedando ciego, pero mucho no veo en el
video. Pero supongamos que es cierto lo que el "Kapuscinski" barbado
dice. Dejemos entonces que Gareca decida. Que haga lo que le parezca. No
convirtamos esta “denuncia” en un tema nacional. Orientemos nuestras fuerzas
hacia otro objetivo. La crisis del fútbol peruano ni empezó con una juerga ni
terminará cuando todos los futbolistas sean abstemios. Manguera, Terry, Challe
y Manco lo saben. El problema es más grave. Es un problema estructural,
cultural. Para eso los periodistas tendrán que recurrir a otros referentes como
Morris, Sebrelli, Perozzo, Villoro o Rodrigo Figueroa, estudiosos más
capacitados que Peluchín.
No importa. Una vez más triunfó el sensacionalismo y le dio el
argumento perfecto a los que tienen la autoestima al nivel del suelo: "No
iremos al Mundial por los juergueros". La mediocridad nacional te lo agradece
"Peluchín".
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