octubre 16, 2014

DOS POETAS, DOS GUERRAS

    Blanco y negro, oscuridad y luz, amor y odio. “El hombre es un mísero montón de secretos” decía André Malraux. Acudo a la frase del escritor francés para entender al hombre. Para tratar de entenderlo quiero decir. ¿Cómo es posible que en medio de la manifestación humana más absurda, perversa y estúpida como la guerra, ese mismo ser humano sea capaz de generar la expresión más tierna, sensible y trascendente del alma humana como es la poesía?
    Poesía y guerra, dos aparentes irreconciliables, que el incomprensible ser humano ha logrado juntar:

Doblados como viejos mendigos bajo bolsas,
Chocando las rodillas y tosiendo como viejas, 
maldecimos a través del lodo
Hasta darle la espalda a las condenadas bengalas.

    El fango inhumano de la Primera Guerra Mundial no solo produjo sangre, muerte y miedo; por esas cosas absurdas produjo además tipos sensibles como Wilfred Owen. Lo curioso de Owen es que no fue un poeta que participó de la guerra, se volvió poeta en la trinchera. Cuando decide alistarse le manda una carta a su hermano donde se aprecia un rudimento de poesía:

Debo recordar siempre que ésta es mi guerra.
Actúo según mi propia vocación
pero éste no es el caso de los otros… Quizás pueda hablar por ellos, 
¿podrá hacerlo mi poesía? No lo sé. 
¿Tendré tiempo, o es que mi poesía -que aún no nació-, morirá conmigo?

    Cuentan que dos hechos marcaron su vida y despertaron su sensibilidad poética. El primero, cuando en su trinchera lo alcanzó un mortero y terminó encima de los restos de un compañero; el segundo, cuando quedó atrapado en una trinchera alemana por varios días. Ambos acontecimientos no solo hicieron bullir su sensibilidad sino que le originó un trastorno postraumático que lo llevó al hospital Craiglockhart de Edimburgo. Maravilla. Sí, pues lo malo también te puede llevar a lo bueno. Ahí conoce al poeta Siegfried Sassoon y terminará su transformación total. Al día siguiente escribe a su madre:
Acabo de leer a Siegfried Sassoon, y me siento 
en un alto grado de emoción. 
Ningún sketch de la vida en las trincheras ha sido escrito ni se escribirá.

   Owen murió a los 25 años, seis días antes de firmarse el armisticio. 

"¿Qué fúnebres tañidos se ofrendan por éstos que mueren como reses?
Sólo la ira monstruosa de los cañones,
Sólo el tableteo raudo e incesante de los fusiles
Pueden apagar sus precipitadas plegarias".

    Actualmente Owen es reconocido como uno de los mejores poetas jóvenes de la historia inglesa.

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    Al frente, en la trinchera enemiga, el alemán Hans Leip también luchaba porque su sensibilidad le gane a las balas y compondría un tierno poema que se convirtió en canción y en emblema de todos los soldados del mundo.

Frente al cuartel,
delante del portón,
había una farola,
y aún se encuentra allí.
Allí volveremos a encontrarnos,
bajo la farola estaremos.
Como antes, Lili Marleen.

    Leip fue un soldado que combatió en el frente ruso, pero se dio tiempo para escribirle un poema a su novia, una enfermera que había conocido en el puesto de centinela.

Nuestras dos sombras
parecían una sola.
Nos queríamos tanto
que daba esa impresión.
Y toda la gente lo verá,
cuando estemos bajo la farola.
Como antes, Lili Marleen.

    El poema estuvo perdido hasta 1937 cuando el músico Norbert Schultze le puso música y bajo el título: “La canción de un joven soldado de guardia”. la lanzó al mercado. La grabó la cantante Lale Andersen pero no tuvo éxito.

Como antes, Lili Marleen.
Pronto llama el centinela
"Están pasando revista
Esto te va a costar tres días"
Camarada, ya voy
Entonces nos decíamos adiós
Me habría ido encantado contigo
Contigo, Lili Marleen

    1940, Segunda Guerra Mundial, el soldado Karl Heinz Reintgen, encargado de la emisora militar en la base de Belgrado, se llevó el disco y lo puso. Cuando lo escuchó el mariscal Rommel, el Zorro del desierto, le gustó tanto que pidió que se repitiera varias veces. Lo curioso es que la potencia de la emisora era tal que se oía en ambos frentes. Sí, el tema, basado en un poema escrito en la Primera Guerra Mundial, fue lo único en común que compartieron las trincheras enemigas en la Segunda. 
    La música y la poesía habían logrado lo imposible, que ambos frentes estuvieran de acuerdo en algo.
    

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