febrero 01, 2014

UNA MÁS Y ME VOY*

Ojalá las resacas duraran lo mismo que un orgasmo y los orgasmos lo mismo que las resacas. El mudo sería un lugar lleno de sonrisas.
José Ángel González.



    Decía André Malraux que los hombres sólo tienen en común el acto de dormir cuando duermen sin sueños y el hecho de estar muertos. El sabio francés olvidó que otra cosa en común es un monumental dolor de cabeza al día siguiente de haber bebido alcohol en exceso.
    Y eso es precisamente lo que compartirán millones de personas el primer día del 2014.
    Ese primero de enero, cuando su cuerpo lo lleve de urgencia al baño o a la cocina, a dejar o traer líquido, seguramente se hará la famosa promesa de no volver a tomar. Promesa falsa y oportunista que todos hicimos alguna vez. Y aunque no la cumplimos siempre la volvemos a hacer.
    Puede llamarla como quiera: cruda, guayabo, ratón, suape, chaqui, chuchaqui o goma. O si prefiere el inglés hangover, o el japonés futsu-ka-yoi que significa borrachera del segundo día. O simplemente por su nombre más común para nosotros: resaca. Lo real es que este mal acompaña al hombre desde el día siguiente que inventó su primer trago. ¿Y cuándo ocurrió eso?
    La relación indisoluble entre hombre y alcohol empieza hace 10 mil años, en el Neolítico. Por aquellos tiempos, el hombre descubrió la agricultura y se volvió sedentario. Tal vez un día uno de sus frutos se fermentó y ¡bingo!, de casualidad apareció el primer trago.
    Si nos remitimos a los textos, el código Hammurabi (1700 años a.C.) ya contemplaba en sus leyes aspectos ligados al alcohol. Para cuidar el nivel del “trago”, se sancionaba con pena de muerte a quien rebajase la calidad de la bebida. Lo drástico de la medida sugiere que el alcohol era cosa sagrada para los babilonios. Este antiguo conjunto de leyes también castigaba los excesos, pues se sancionaba a quien abandonase sus obligaciones por haber libado más de la debido.
    La Biblia también aborda el tema con una seriedad sorprendente. En Proverbios 29 hay un capítulo cuyo título es precisamente ese: El borracho: “No mires mucho al vino cuando rojea y espuma el vaso… el vino muerde como sierpe (culebra) y pica como áspid (víbora)…”.
    Lo que el Sagrado libro nos revela es que ayer como hoy hay que tener mucho cuidado con el licor pues, “si lo miras mucho”, puede causar tanto daño como el animal más ponzoñoso.
    Las advertencias no quedan ahí.
    Sigo citando: Proverbios: “…tus ojos verán cosas extrañas y hablarás sin concierto…”. O sea que a decir del Sagrado Texto ver doble y hablar insensateces es algo que perdura a través de los siglos.
    Y es precisamente en la Biblia donde encontramos al primer resaqueado. Se trata de Noé. Sí, el del arca. El del Diluvio Universal. En Génesis 9-10, no solo cuentan que Noé se pegó una mona histórica sino que además su despertar fue tremendo.
    Cuenta el relato que esa mañana su hijo Cam lo pescó en su habitación desnudo y al despertar Noé le echó tremenda maldición. “Maldito sea Canaán. Serás el sirviente de sus dos hermanos”. Esa reacción desproporcionada tal vez se deba a la cruda que llevaba encima. Solo así se justifica ese comportamiento. Igual hay otro tipo de interpretaciones, pero no vienen al caso. (1)
    La resaca lleva entonces mucho tiempo entre nosotros y, que se sepa, la ciencia no ha logrado inventar algún brebaje, medicina, poción, ungüento, linimento, bálsamo, friega o lenitivo que nos calme este terrible trance. Todo queda en una bien intencionada lista de excelentes propósitos, pero que desagraciadamente ayudan poco o nada.
    Y como de buenas intenciones está empedrado el Infierno, lancemos algunas.
    Empecemos con los romanos, que de fiestas sabían y bastante. Sus excesos han quedado registrados en sus descomunales bacanales en donde se le rendía culto a Baco, dios del vino. Sobre esta bebida hay que decir que la consideraban de necesidad vital. Se  sugería beber diariamente. Unos borrachos tremendos.
    Para los romanos el mejor remedio contra la resaca era el brócoli. Desgraciadamente este escriba no ha logrado detalles de cómo se utilizaba esta brasicácea, pero si le agarra una cruda este primero de enero pruebe con una ensaladita y me avisa.
    De los romanos saltamos a la Edad Media donde el investigador en temas de medicina D.J. Rolleston, encontró una antigua receta rusa que tal vez pueda usar este primero de enero. Preste atención: tome un trozo de carne de cerdo y colóquelo secretamente durante nueve días en la cama de un judío y luego lo pulveriza y lo come al sentir los primeros efectos del ratón. Parece que este remedio es tan contundente que no solo lo curará del chuchaqui sino que también lo volverá un abstemio pues se dice que “el borracho huirá del alcohol como un judío del cerdo”. (2)

    Más cerca de nuestros tiempos, y menos asquerosa hay que decirlo, está la receta de Ernest Hemingway. El autor de El Viejo y el mar sabía bastante del tema pues cuentan que era capaz de tomarse hasta dos litros de ron por la tarde. Sin contar lo que bebía de mañana y de noche. Ahora se entiende eso de París era una fiesta. Se dice que Hemingway combatía sus descomunales resacas con tabletas de vitamina B. Si opta por este consejo, por las dudas consulte con su médico.
    Y si eso no funcionaba el escritor tenía un plan b. Y un c y un d.
    Para acabar con el llamado guayabo, Hemingway también solía hacerse un preparado de cerveza con jugo de tomate. Luego, si el malestar continuaba, se tomaba un vaso repleto de champán mezclado con absenta (3) y si el malestar seguía aplicaba su receta infalible: ginebra con jugo de lima y angostura. Una especie de pisco sour. (4)
    Lucha perdida esta contra la resaca. Tal vez el consejo más contundente para no tenerla sea no tomar. Si eso le parece drástico la última recomendación es que si toma no maneje. La combinación de alcohol y gasolina es fatal. Eso no le curará la resaca, pero por lo menos lo mantendrá con vida. Sobre la resaca tal vez habrá que hacer como ese sabio mortal que resignado escribió en una pared de nuestra América: Oración para hoy: “Señor, si con la borrachera te ofendo, con la resaca te pago y me quedas debiendo”.

Amén.

* Publicado en la revista BDS. DF México. Diciembre 2013


1. En este enlace hay un excelente trabajo sobre la borrachera de Noé y sus diversas lecturas. [Enlace]

2. Almanaque de lo insólito. V4. Wallace/Wallechinsky

3. La absenta o ajenjo, apodada la Fée Verte ('El hada verde') o también apodada el Diablo Verde, es una bebida alcohólica de ligero sabor anisado, con un fondo amargo de tintes complejos debido a la contribución de las hierbas que contiene, principalmente HYPERLINK "http://es.wikipedia.org/wiki/Artemisia_absinthium" \o "Artemisia absinthium" Artemisia absinthium.

4. Revista The Atlantic

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