Hace algún tiempo, Rolando
Arellano, ese gurú del país emprendedor, daba una opinión realmente singular
sobre la nominación de “La Teta Asustada” al Oscar:
“... sin querer ser aguafiestas... tengo sentimientos
encontrados sobre la oportunidad de su difusión mundial. En efecto, mientras
hoy muchos peruanos se esfuerzan por mostrar un Perú que crece, con una
economía que despunta, de riqueza cultural inmensa y con una población muy
amigable, la película remite al estereotipo tradicional que se tiene de nuestro
país en el extranjero: una nación problemática, de gente muy pobre y
extremadamente sufrida, que vive con el fantasma del terrorismo oficial y
extraoficial...” (El Comercio, 12-2-10).
No dudo de la buena voluntad de
Arellano, de querer mostrar un país “bonito” donde las cosas “feas” se oculten
porque desalientan a los visitantes. Creo que como él mucha gente piensa que
hay un país que debemos ocultar. Me temo que esa parte de la población entendió
mal la llamada "bonanza" económica de los últimos años y pensaron que el Perú eran
solamente los niveles absurdos de venta de autos nuevos, las billeteras
repletas de tarjetas de crédito mal usadas, los centros comerciales que crecen
como hongos en todo el país y el boom gastronómico.
Es una pena, señor Arellano, pero
el país también es lo otro: la gente desmuelada, los espantosos niveles de
tuberculosis, los “marcas”, los secuestros al paso y los alarmantes niveles de
violencia, por mencionar algunos de nuestros problemas cotidianos.
Una de las imágenes más
impactantes que vi en mi vida fue la de dos mujeres mayores, muy bien vestidas
y con pinta de no haber sufrido hambre, con varios termos y bolsas de panes,
repartiendo desayuno a unos niños de la calle en la esquina de Shell y Larco en
Miraflores. Eran los primeros días de agosto de 1990. Hurtado Miller había
apelado a Dios para que nos ayude a vencer el difícil momento de sincerar
precios. Me emocioné mucho con la actitud de estas señoras. Era como ver a esos
dos países de los que habla Basadre, el profundo y el superficial, unidos,
ayudándose.
Si no reconocemos nuestro país en
su integridad, no habremos aprendido nada de la terrible experiencia de Sendero
Luminoso. Dice la Comisión de la Verdad en sus recomendaciones:
“Fuimos indiferentes frente a lo que ocurría con decenas de
miles de hermanos a los que secularmente hemos olvidado por ser andinos, quechuahablantes,
pobres, poco educados. No supimos, no quisimos saber o no entendimos cabalmente
lo que ocurría en el Perú profundo y de este modo asumimos de manera acrítica o
errada un pesado legado de exclusiones, discriminaciones e injusticias. Hemos,
en suma, intentado mirarnos en el espejo del pasado y el rostro que ha
aparecido está lejos de ser agradable. Tenemos que aceptarlo; no solo resulta
imperativo evitar que se repitan momentos trágicos en nuestra historia, es
necesario calar más hondo”.
Hay
un rostro del Perú que está lejos de ser agradable, pero ese es nuestro país.
La vida, Dios, la casualidad o lo que quieran, nos puso en esta parte del mundo
y debemos trabajar para aceptar y ayudar a ser mejor a ese otro país.
De
cada cuatro víctimas por la violencia terrorista, tres fueron quechuahablantes.
Si seguimos desconociendo a ese país, la historia se repetirá y no será un
candidato incómodo el que nos preocupe sino un nuevo líder terrorista.
La
situación del país es difícil, no de ahora, de siempre, y cambiar no es fácil
pues nuestros políticos se han destacado por su mediocridad. El desconocimiento
casi total de la población del informe de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación es una muestra de ello. Como si eso fuera poco, los medios de
comunicación tampoco se preocupan por mostrar la realidad pues viven empeñados
en su único propósito que es vender.
Tal
vez sea momento de recordar y hacer nuestra una frase de Bertolt Brecht “Si no puedes cambiar el mundo, por
lo menos limpia tu vereda”.
*
Hace tiempo que no escribo en el blog, por lo
que pido disculpas a los pocos que me siguen. Lo que viene es producto de la
coyuntura. De una necesidad, digamos visceral, de decir algunas cosas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario