marzo 11, 2013

ESTUPIDEZ MUSICAL

Lara exalta a la Perdida, en cuyas ojeras se ven las palmeras borrachas de sol, y suplica amor a la Pervertida, y sueña en el suntuoso lecho de la Cortesana de cutis de seda, y en sublime arrebato arroja rosas a los pies de la Pecadora y cubre de incienso y joyas a la Ramera Vil, a cambio de las mieles de su boca
Eduardo Galeano

    Para resguardar la educación de los escuincles, la Secretaría de Educación Pública de México prohibió a los menores escuchar canciones de Agustín Lara. “Sus letras obscenas, inmorales y degeneradas, pueden corromper a los niños”, dice parte de una disposición dictada en 1937.

    Escuchar a Lara, para muchos el compositor de habla hispana más grande de la historia, era un delito. En las casas solo se ponían sus temas cuando los niños estaban en sus cuartos, lejos de sus lascivas letras que rinden homenaje a las mujeres “malas”. En la radio solo se pasaban las canciones del “Feo” a partir de las ocho de la noche, hora en que el sueño “salvaba” a los chavos de la obscenidad de Lara.
    La censura musical es uno de los capítulos más sabrosos de la absurda historia de la estupidez humana. Este virus, a la estupidez me refiero, ha infectado a mortales de todos los colores políticos, en dictaduras y democracias, en Oriente y Occidente, a laicos y creyentes. O sea, de esta estupidez no se salva nadie.
    Antes que Lara, otra “lacra” musical lanzaba al viento sus composiciones que “contaminaban” a la sociedad. En una de sus obras hablaba de “La Descarriada”, una ramera de lujo que hacía feliz a jóvenes; en otra ponía en ridículo al rey mostrándolo libertino, seductor, cínico e inmoral.¡Cómo no se le iba a condenar a este autor si hablaba de cosas que deben esconderse! ¿Cómo se llamaba este revoltoso?: Giusseppe Verdi.
    “El gobernador militar de Venecia, señor Gorzowski, deplora que el poeta Piave y el célebre músico Verdi no hayan sabido escoger otro campo para hacer brotar sus talentos, que el de la repugnante inmoralidad y obscena trivialidad del argumento del libreto titulado La Maledizione. Su Excelencia ha dispuesto pues vetar absolutamente la representación y desea que yo advierta a esta Presidencia de abstenerse de cualquier ulterior insistencia al respecto”.
    Así es. La hoy celebre Rigoletto fue censurada porque se burlaba del rey. El censor llama a la obra La Maledizione o la Maldición, porque se creía que un terrible mal caería en la ciudad por burlarse así del Soberano. La obra habla de los excesos del rey de Francia. Solo se pudo estrenar cuando cambiaron al protagonista: en lugar del rey pusieron a un cónsul.
    Pero no fue la única censura. La Traviata (la descarriada, la extraviada) basada en la Dama de las Camelias de Alejandro Dumas hijo, hablaba de la relación entre un joven de buena posición y una prostituta. Verdi quiso que los hechos se mostraran en su época actual, 1850, pero la censura le pidió que por lo menos mostrara esa terrible historia en el París del 1700. De esa forma se explicaría que esas cosas ocurrían antes y no en la actualidad.
    Siglo XX. París, esta vez en los años 60. Por un lado, ensotanados personajes dan discursos sobre las buenas maneras de portarse en los tiempos modernos; por el otro, rebeldes estudiantes hacen la revolución de las flores. El flower power, amor y paz. Y sexo. En ese contexto, Serge Gainsbourg hace una canción que es un himno al placer sexual. En un tono provocador y creativo hizo Je t'aime... moi non plus (Yo te amo... yo tampoco), tema que interpretaba con la bella Jane Birkin donde, oh desgracia, simulaban un orgasmo. Jadeos, respiraciones excitadas, sonidos guturales de placer... El sexo en la radio, al alcance del oído de grandes y chicos. O sea, el fin del mundo.
    De inmediato, castradores culturales encabezados por la iglesia católica pidieron que no se hiciera pública su difusión. Países como España, Islandia, Italia, Polonia, Portugal, Reino Unido, Suecia y Yugoslavia prohíben el tema y, por supuesto, el Vaticano lo denuncia públicamente.
    Las autoridades le pidieron a Gainsbourg que se controle y no interprete más esa canción. Provocador, rebelde y transgresor, el poeta respondió al pedido con una mayor apuesta. En Les Saucettes, Gainsbourg habla de una chica, Annie, a la que le gustan los pirulís, por llamarlos de alguna manera, a los que besa... y lalalala... no damos más detalles pues algún alma sensible puede ofenderse.
    La historia continúa en tiempos actuales. En República Dominicana la Comisión de Espectáculos prohíbe El Venao por sus frases alusivas a la infidelidad. El funcionario Joseph Báez dice que el tema es un “atentado” contra la moral y las buenas costumbres. La Iglesia, que siempre tiene algo que decir, señala que el tema ha sido causa de la separación de decenas de matrimonios. ¡Ay, la Iglesia!
    La democracia, sistema que supuestamente promueve las libertades, no ha sido inmune al virus de esta estupidez. Una muestra de ello es la lista de temas que prohibió el gobierno norteamericano con ocasión del atentado de las Torres Gemelas. ¡Son más de 50!
    Pero son los gobiernos totalitarios quienes cometen los mayores dislates en contra de la música. Durante la revolución cultural china, el gobierno de Mao Tse Tung prohibió a Bach, Mozart, Beethoven y Brahms. Cualquiera que se atreviera a difundir, tocar o escuchar estos ritmos era llevado a prisión y recibía una paliza para evitar que reincidiera. Los responsables de esta norma consideraban que estos autores eran la muestra más clara de la decadencia de Occidente; por lo tanto, sus creaciones no aportaban nada.
    Por esta parte del mundo la dictadura argentina prohibió a Mercedes Sosa, Charlie García, Spinetta, León Gieco y hasta al inocuo “Palito” Ortega. El motivo, siempre el mismo: contaminar las mentes y no contribuir con el objetivo del gobierno.
    Las censuras seguirán, qué duda cabe, porque la estupidez humana es infinita; pero mientras existan una guitarra, unas baquetas, un rondín o cualquier materia con la que se pueda hacer ritmo, un espíritu rebelde se opondrá a esa censura y terminará ridiculizándola.

2 comentarios:

César Vargas-Machuca dijo...

A finales de los años setenta, en la Argentina del "proceso", una de las bandas que se mantuvo de pie y le hizo frente a la dictadura fue Serú Girán... El gran mérito de Charly García fue crear letras que decían todo y a la vez no decían nada... La canción emblema de esa época fue "Canción De Alicia En El País" que no pudo ser censurada por el régimen debido a una sencilla razón: los sensores no entendieron la letra... Pero toda la población sí... Saludos...

César Vargas-Machuca dijo...

A finales de los años setenta, en la Argentina del "proceso", una de las bandas que se mantuvo de pie y le hizo frente a la dictadura fue Serú Girán... El gran mérito de Charly García fue crear letras que decían todo y a la vez no decían nada... La canción emblema de esa época fue "Canción De Alicia En El País" que no pudo ser censurada por el régimen debido a una sencilla razón: los sensores no entendieron la letra... Pero toda la población sí... Saludos...

EL PERDEDOR

     Me gustaba el box. Ya no. Disfruté mucho la época de los 80. Ray “Sugar” Leonard, Roberto “Mano de Piedra” Durán, Tomy Hearns, Marvin H...