Lara exalta a la Perdida, en cuyas ojeras se ven las palmeras borrachas de sol, y suplica amor a la Pervertida, y sueña en el suntuoso lecho de la Cortesana de cutis de seda, y en sublime arrebato arroja rosas a los pies de la Pecadora y cubre de incienso y joyas a la Ramera Vil, a cambio de las mieles de su bocaEduardo Galeano
Escuchar a Lara, para muchos el compositor de habla hispana más grande de la historia, era un delito. En las casas solo se ponían sus temas cuando los niños estaban en sus cuartos, lejos de sus lascivas letras que rinden homenaje a las mujeres “malas”. En la radio solo se pasaban las canciones del “Feo” a partir de las ocho de la noche, hora en que el sueño “salvaba” a los chavos de la obscenidad de Lara.