julio 25, 2013

LOCURA LITERARIA*

    A lo largo de la historia el hombre no ha sido nada mezquino al momento de producir comportamientos absurdos, irracionales, desatinos y ridiculeces. El derecho, la medicina, las ciencias sociales y las exactas y porqué no el periodismo, le han servido de escenario para sus más alucinantes disparates. Una de las que más me ha llenado de asombro es la podríamos calificar de locura literaria.

El periodista uruguayo Arthur García Núñez debe ser quien más aportó a la historia de la estupidez literaria. No precisamente por sus obras sino por sus investigaciones. Su devenir por bibliotecas y librerías le hicieron descubrir libros como el Elogio del Desorden, de Gerardo Bauer o La Apología de la Ignorancia de Able Bonnardde. Otros títulos originales que encontró son La Defensa del Snobismo de Marcel Boulenger, en Defensa de la Curiosidad de Emilio Henriot y sobre La Maledicencia de Able Hermant. Cierran esta original lista de extravagancias literarias Luis Latzarus y su Lógica de la Tontería, Esteban Rey y su estudio De La Mentira, Francis de Miomandre y sus Investigaciones sobre el origen De La fealdad, Juan Luis Vaudoyer De La Gula, Eugenio Marsán, de la Pereza y Bertrand Russell, premio Nobel de literatura, con su opúsculo Sobre la Ociosidad.

    La locura literaria no ha sido extraña a quien es considerado una de las mentes más privilegiadas. En efecto, Aristóteles, en alguna ocasión, dejó de lado su interés por la política, la metafísica y la ética y escribió un extenso estudio sobre el estornudo. Cátulo, el más grande poeta lírico romano, Propercio y Plinio el Viejo también se ocuparon de este tema que, para beneplácito de los farmacéuticos, aún no tiene solución.

    García Núñez, conocido en el Río de la Plata como Wimpi, señala que desgraciadamente la mayoría de estos libros están fuera de circulación. No sucede lo mismo con La Decadencia de La Mentira, estudio de Oscar Wilde que hace algunos años llegó a mis manos y que entre otras cosas decía:

    “Que importante la función del mentiroso, con sus palabras sinceras y valientes, su magnifica irresponsabilidad, su desprecio natural y sano a toda prueba. Después de todo qué es una bella mentira. Pues sencillamente la que posee su evidencia en sí misma. Si un hombre es lo bastante pobre de imaginación para aportar pruebas en apoyo de una mentira, mejor hará en decir la verdad. Así como se conoce al poeta por su bella musicalidad, de igual modo se reconoce al mentiroso en sus ricas articulaciones rítmicas. Si no modificamos nuestro culto monstruoso a los hechos, el arte se tornará estéril y la belleza desaparecerá de la tierra”

    En algunos casos la excentricidad de los libros se remitía solo al título. En otros, la locura se trasladaba al contenido.

    Elbert Hubbart, escritor y moralista norteamericano, publicó hacia fines del siglo pasado un Ensayo sobre el silencio. Con una lógica contundente el libro era un voluminoso compendió de hojas en blanco. Por esa misma época un autor anónimo lanzó un libro intitulado Lo que sé de las Mujeres. Le fue tan mal como conquistador a este enmascarado escritor que su estudio también era una larga secuencia de hojas en blanco.

    La locura editorial no para. En 1974 la Harmony House editó varios libros que contenían cientos de páginas en blanco. Entre otros títulos se pusieron a la venta: “Maravillas de la cocina inglesa”, “Victorias americanas en Vietnam”, “Delicias del sexo a los ochenta”, “Hágase rico sin explotar al prójimo”, “Método para acertar en las quinielas”, “Convicciones democráticas de Franco” y “Poesías completas de Adolfo Hitler”. Aunque la editorial publicó los libros con una intención lúdica, los compradores no aceptaron la broma y denunciaron a los responsables por estafa.

    En 1982 la locura literaria pasaría los límites de lo concebible. La empresa Selecciones del Reader’s Digest, publicó una edición económica de la Biblia al módico precio de 16.95 dólares. Lo curioso es que en este caso el texto original del libro sagrado había sido reducido en un 40 por ciento. En procura de una edición light, los editores quitaron la mitad del Antiguo Testamento y un tercio del Nuevo. Como es lógico, la ‘originalidad’ conmovió a la comunidad religiosa que hizo escuchar su protesta. El semanario Time realizó el comentario más agudo acotando que la versión abreviada suprime una frase de las últimas páginas del Apocalipsis 22,19 que dice “ Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la Vida y en la Ciudad Santa que se describe en este libro “.

*Publicado en el suplemento dominical de El Comercio

1 comentario:

Sangre para los niños dijo...

¿Locura es estudiar seriamente un fenómeno por humilde que sea, como el estornudo? Discrepo.

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